La dama
del poncho rojo es un homenaje emocionado y religioso que
ha querido rendir David Palomar a Chavela Vargas, esa mejicana nacida en Costa
Rica que metió flamencura en el bolero.
David pone su voz al servicio de los
sentimientos de una mujer que era pura pasión y lágrimas. Una voz prodigiosa ―David
hace lo que quiere con ella― con la que va exprimiendo hasta el último aliento
de un corazón atormentado.
Canción a canción revive anhelos y tristezas:
"Ponme la mano aquí, Macorina", "Los ejes de mi carreta",
"Somos un sueño imposible que busca la noche", "La nave del
olvido", "De un mundo raro", "Volver, volver, volver", "Amanecí otra vez
entre tus brazos", "Llorona", "Luz de luna", "En
el último trago", "Piensa en mí", "Dónde estás,
corazón", "Canción de las simples cosas", "Luz de
luna" y ese "Bendita, Chavela Vargas" con el que se
despidió.
Como buen gaditano David también supo apuntar unas pataítas
buleareras para terminar de aflamencar el repertorio de la Vargas.
Compartieron escenario y aplausos con Palomar,
el también gaditano Edu Guerrero, que ilustró con su baile "Piensa en
mí" y "La despedida", en la voz de Chavela ―, así como Miguel
Ángel López que, desde el piano, dirigió el exquisito acompañamiento de Ricardo
Ribera (guitarra), Alex Benítez (bajo) y Javier Mera (percusión).
Terminado el concierto, porque, según dijo
Palomar, "de bien nacidos es ser agradecidos" quiso agradecer al
público sevillano todo cuanto a Sevilla dijo que le debía y lo hizo con una
"mijita" de flamenco. ¡Como si todo su concierto no hubiese sido
profunda y radicalmente flamenco!
No nos gusta ponerle peros a un concierto que
no los tuvo ―hasta el público supo cantar unas frasecitas―, pero no me
parecieron del todo acertados algunos de los textos y parodias que servían
introducción a las canciones. Creo que banalizaban una música extraordinaria.
José Luis Navarro