Nadie duda de que Joaquín Grilo es un buen bailaor, pero yo
creo que el público se merece algo más que un "ensayo" mañanero. Máxime
cuando quienes lo interpretan no llegan en el terreno teatral a la categoría de
aficionados. Cuando no se tiene nada importante que decir, lo mejor es
expresarse exclusivamente mediante el baile, que palos tiene de sobra el
flamenco para la manifestación de todo tipo de sentimientos y emociones.
Por otro lado, no estaría de más que Grilo se replantease
algunas cosas. Para empezar: esas posturas desgarbadas y alicaídas con las que suele
iniciar los bailes. Hay algo que se llama compostura.
Y ese vestuario... unas botas blancas, un pantalón de chándal
morado, una camiseta negra y, encima, una chaqueta de vestir gris. Ya se sabe
que para gustos están los colores, pero también es cierto que hay gustos que
merecen palos.
Con todo, lo que más nos exasperó fue la falta de respeto
por el arte flamenco. Una soleá y una seguiriya son cosas muy serias. No basta
con ponerse una chaquetita. No hay excusa para bromas, gracias o "payasadas".
Un jerezano debería de saber que eso se deja para las bulerías.
José Luis Navarro
Fecha: 10 de mayo de 2012
Lugar: Sala Turina. Sevilla