viernes, 16 de octubre de 2015

Se escribió historia en Utrera



Cuando allá por los últimos setenta Ruben Dantas descubrió el cajón peruano y a Paco de Lucía se le ocurrió incluirlo en sus conciertos más de un ortodoxo a la violeta se echó las manos a la cabeza ante tamaño sacrilegio. Cuando en 1981 escucharon “Solo quiero caminar” ya solo balbucearon tímidas protestas. Empezaban a comprender que no se puede parar el curso de la historia. Así y todo si hubiesen asistido anoche al Teatro Enrique de la Cuadra de Utrera se habrían rasgado las camisas. Aquello era demasiado. La percusión con las manos de Antonio Moreno se convertía en reina y señora del escenario.


El concierto se titulaba “Al golpe” y llevaba por subtítulo “Tambores, palmas y cajones”. Empezó como se hacía en los tabancos de antaño, con Antonio golpeando con las palmas de las manos sobre una mesa y adornándose con sonidos de vidrio, mientras Tomás de Perrate cantaba por soleá. 


Después fue el acabóse: solos de percusión inspirados en ideas de Israel Galván y Pedro G. Romero y diálogos con el saxo de Juan M. Jiménez ―él también tocó percusiones con su instrumento―, con los pies de Ana Morales ―inspirada e imaginativa, magnífica―, con el cante morentiano de Juan José Amador ―el acompañamiento de la seguiriya fue verdaderamente magistral― y, casi para finalizar, con el mismísimo cuerpo de José Luis Ortiz Nuevo mientras este se acordaba de Manuel Soler, de Manolito Soler. 


El cierre con un solo de cajón. Ese fue el primer paso de una aventura que nadie podría haber imaginado que terminaría con un recital como “Al golpe”.

Quienes tuvimos la suerte de estar anoche en el Enrique de la Cuadra creo que asistimos a un hito histórico en el flamenco. Una genialidad. Un concierto que, de momento, solo puede dar Antonio Moreno.

                                                                                           José Luis Navarro