Con
una gala dirigida por Manuel Curao que sustituía a la entrega de los
Giraldillos que premiaron a juicio de algunos lo mejor de la pasada Bienal se
ponía fin a la última fiesta bianual del flamenco y daba comienzo
un recién nacido, Septiembre es flamenco. Fue una noche de emoción
y de rabia. Emoción porque el flamenco sigue teniendo poder para
hacernos vivir momentos irrepetibles. Rabia porque no estaba entre
nosotros Rafael Riqueni, Giraldillo a la Maestría. Desde luego, que
tantos golfos de la política anden sueltos por ahí —algunos
incluso con escolta pagada por todos nosotros—
y que un artista completamente rehabilitado esté pudriéndose entre
rejas por algo que hizo hace años cuando estaba fuera de sí es un
contrasentido kafkiano. ¿Qué esperamos para pedir clamorosamente su
indulto? Miguel Ángel Cortés, José María Gallardo y una guitarra
sin dueño revivieron “Amarguras” del maestro trianero. Fue
además uno de los mejores cuadros de un espectáculo que
artísticamente resultó bastante lineal. Así la tocaba él:
Del
resto es justo destacar la seguiriya que dijo Esperanza Fernández
desde un palco con Miguel Ángel Cortés, Giraldillo al Toque,
acompañándola desde el escenario.
A. Acedo. Cortesía de la Bienal |
Juan
Peña El Lebrijano puso también emoción sobre las tablas. No ocurre
todos los días que un maestro recuerde y rinda homenaje a otro
maestro, los dos Giraldillos Ciudad de Sevilla, como hizo Juan con
Soledad Morente a su vera. Justo es asimismo destacar el toque de
Manuel Valencia, Giraldillo Revelación, la voz de Antonio Reyes,
Giraldillo al Cante, y la sencillez y regusto flamenco de Farruquito,
Giraldillo al Baile. El Ballet Flamenco de Andalucía, Giraldillo al
Mejor Espectáculo, con Rafaela Carrasco dándose un excesivo
protagonismo, se acordó de su primer director, Mario Maya, en un
número bien concebido pero no muy bien resuelto.
José Luis Navarro