No existen suficientes piropos para describir lo que Luisa
Palicio hizo anoche. ¡Qué forma de bailar flamenco! ¡Cómo se registra! ¡Como baja
a los hondones del sentimiento! ¡Cómo transmite con su cuerpo todos los matices
de lo que le inspira cada estilo! ¡Cómo se expresa adornándose con manos,
brazos y figura! ¡Como derrocha imaginación y buen gusto! Su cuerpo y sus
brazos componen continuas imágenes escultóricas. Sus manos hablan. Eso es
bailar flamenco. Y eso es el baile de mujer. El baile que lleva el sello de
Sevilla.
Sevilla es precisamente
el título del espectáculo que estrenó en la Sala Cero. Y ¡cómo siente Sevilla
esta malagueña! ¡Qué homenaje le rinde a la tierra donde se ha hecho bailaora! Con
mimo, cuidando cada detalle. Elegante en el baile y elegante en el vestir.
Mantilla y vestido negro para inventarse una saeta con su escobilla incluida.
Colores vivos, mantón rojo, alegre y pizpireta para bailar
la copla ("Salvaora", "Carcelero, carcelero"). Sensual y coqueta
por tangos del Titi de Triana.
Bata de cola azul turquesa para bailar sevillanas, echándole
todo el arte del mundo y terminando a dos voces. Solemne y majestuosa por
soleá. Como debe ser. Un monumento.
Atrás estuvo muy bien acompañada por el piano de un
especialmente inspirado Alejandro Cruz Benavides, la guitarra de Miguel Pérez y
las voces de Sebastián Cruz y Ana Gómez.
Yo lo que no me explico es cómo no se ha programado en la
Bienal de SEVILLA un espectáculo de tanta altura artística dedicado a su sede,
que, como dicen algunos cursis, es además un "estreno absoluto".