El
martes en La Caja Negra volvimos a ver juntas a Léa Linares y a Mathilde Antón,
dos francesas bien compenetradas artísticamente desde que, hace un año, crearon
al alimón el espectáculo “Senderos” para el Festival Flamenco de Bergerac. Precisamente
estos días preparan “Báilame”, el que presentarán en el I Festival Flamenco
Alternativo que se celebrará en la Sala Cero durante la Bienal.
Ellas
y su forma de concebir el baile siguen derroteros paralelos. Se complementan, pero no se solapan, porque
cada una ha sabido conservar su propia personalidad y sus maneras propias. Las
dos sienten el baile como si hubiesen nacido en la mismísima cava trianera. Y
es que, como hemos dicho en más de una ocasión, el baile flamenco transmite
sentimientos y los sentimientos son universales. Y lo mismo puede decirse de la capacidad de
crear belleza. Eso es fruto de la inspiración de cada artista y la inspiración,
como los sentimientos, no tienen fronteras.
Mathilde por soleá |
Léa por taranto |
Lo
mismo podemos decir de la guitarra que les acompañó, la de Guillermo Guillén, otro
francés que también siente como cualquier andaluz y que domina a la perfección
la técnica de la sonanta.
Muy
distinto es el caso del cante. Hasta ahora el idioma sigue siendo intransferible
a la hora de expresar sentimientos con formas flamencas. De hecho, yo no
conozco a ningún extranjero que sea capaz de sonar andaluz. Por eso, el cante
para el baile de Lea y Mathilde lo tuvo que poner una andaluza, Cristina Tovar.
Una cantaora que tuvo una de esas noches con las que sueña todo artista. Una noche de las que
llaman a voces a los duendecillos para que no se pierdan ni un instante del
arte que crean los humanos. Estuvo verdaderamente inspirada por alegrías y
llevó en volandas el baile por soleares de Mathilde y por tarantos de Léa.
Entre todos nos dieron un magnífico concierto. Ya estamos
deseando que llegue la Bienal para verlas otra vez juntas en la Sala Cero.
José Luis Navarro