El humor no está reñido con el flamenco, pero hay distintos
tipos y muchas formas de expresarlo. Hay humor e ironía que basta una mirada,
un guiño, un gesto, para transmitirlos. Y, por supuesto, está el buen gusto del
artista. Y hay también comicidad hortera y burda. Es la que recurre a formas
chabacanas. Y esa es la que, desde mi punto de vista, se empeñó anoche en
llevar a las tablas de la Sala Turina La Lupi. Nos recordó a Lina Morgan ─con
todos nuestros respetos por la vedette cómica revisteril─. Desde luego, el
baile sevillano, prototipo de la elegancia, no está acostumbrado a esas maneras,
ni a esa forma de bailar.
En "RETOrno" La Lupi viajó a sus fuentes. Principió
con unos tangos de Granada, un recuerdo de su paso por la compañía de Juan Maya
Marote, y siguió con unos verdiales a la usanza de las pandas de su tierra. Ya,
en los territorios del flamenco más artístico, se metió por cantiñas ataviada
con una poco imaginativa bata de cola que movió a ras de suelo. Dio la
casualidad que teníamos en la fila de atrás a Milagros Menjíbar y no pudimos
dejar de acordarnos de cómo la hace volar la maestra sevillana. Se puso
sombrero y bailó la caña. Otra penosa demostración de pobreza en las manos y el
manejo del sombrero. Parecía como si a cada paso posase para una fotografía de
estudio.
Para rematar la faena, tomó un mantón de la percha que había dispuesto
a la izquierda del escenario y nos sorprendió con una vidalita.
Atrás la acompañaron El Pulga, bastante chillón, y Antonio Campos
al cante, Curro de María a la guitarra y Nelson Doblas al violín, los dos más eficaces
en su cometido, y David Gallardo a la percusión.
Lástima que el cierre de un ciclo con tanta solera como el
de Cajasol haya sido tan poco lucido.
José Luis Navarro
Fotos: Remedios Malvárez
Cortesía de Cajasol
Fotos: Remedios Malvárez
Cortesía de Cajasol
Lugar: Sala
Turina.
Fecha: 29 de
mayo de 2014.