¡Qué pocos mimbres hacen faltan para montar un buen
espectáculo flamenco! Claro que no sirven cualquier tipo de mimbres. Han de ser
mimbres de la mejor calidad, como los que anoche se dieron cita sobre el
escenario de la Sala Turina en los "Jueves Flamencos" de Cajasol: un
buen cantaor, Miguel Ortega, una extraordinaria guitarra, la de Rafael
Rodríguez, un bailaor con sello propio, Fernando Romero, y un maestro del
baile, Manolo Marín.
Los cuatro se reunieron sin más pretensiones que hacer unos
bailes, como si fuesen a ensayar, y todos pasamos casi dos horas que se nos
hicieron cortas. Todo lo hicieron con la máxima naturalidad. Incluso
renunciaron a la megafonía. Ese fue el único error que cometieron, porque
ninguno está acostumbrado a "hablar" en las tablas y en más de una
ocasión nos quedamos sin oír o entender lo que decían. Y ese era precisamente,
como muy bien decía el título del espectáculo, "Lección de vida y
cante" ―o fue un error, o debería haber sido "y baile"― uno
de sus atractivos. Y es que daba gusto escuchar los comentarios tan atinados de
un maestro que sabe lo que dice porque, amén de una larga experiencia y de unas
ricas vivencias, tiene ese raro don que es el sentido común.
Fernando Romero demostró una vez más que es un bailaor
único, distinto a todos, con un vocabulario personal y claramente reconocible de
pasos y movimientos. Bailó una magnífica farruca, una liviana-serrana rematada
con la seguiriya de María Borrico y se lució a medias con su maestro en una sensacional
rondeña con música de Rafael Rodríguez.
Atrás y alante estuvieron Miguel Ortega que se entregó por soleares
y Rafael que hizo además una malagueña para enmarcar.
José Luis
Navarro
Fotos:
Remedios Malvárez
Cortesía de
Cajasol
Lugar: Sala
Turina (Sevilla)
Fecha: 3 de
abril de 2014.