Baile: Maise Márquez. Cante: Rocío López
‘La Boterita’. Guitarra: Vahan Davtyan . Palmas: Conchi Murcia. Lugar: Sala
Garufa, Sevilla. Fecha: viernes, 7 de marzo. Aforo: media entrada.
Allí donde habita el silencio. El
arte de la danza femenina flamenca surge cuando el frenesí, de pronto, se
remansa, para dar espacio al silencio, a la contención, a la contemplación. Y
ahí, en lo que para muchas bailaoras es un mero trámite, es donde surge lo
sublime en el arte de Maise Márquez. Lo cual tiene un mérito mayor en su caso,
ya que su arte es eminentemente físico. El espacio del que hablo es el
territorio de las emociones, en el que la intérprete está sola. Ya no puede
recurrir a lo estrictamente corporal, suponiendo que esto existiera. Tampoco al
apoyo rítmico de sus compañeros. Ahí surge, o no surge, la emoción pura.
Márquez lo sabe y por eso en cada una de sus poses hay una
vibración. Es una cuestión de actitud. Que se puede trabajar, naturalmente,
pero que nada tiene que ver con aquello del punta-tacón. Se trata de trabajar
con la propia intimidad, como dijo Machado, ahora que celebramos su vida y su
muerte. Es un ejercicio de trasparencia y de entregarse al momento presente. Es
un saber escuchar, sentir la música, las emociones de la voz y la guitarra.
Entregarse a una corriente subterránea, que no entendemos pero que nos
comprende. En este momento el espectador no tiene más que una tarea: dejar que
su espina dorsal tome el mando. Abandonar los ejercicios intelectuales y
entregarse al puro gozo de la danza flamenca.
Juan Verjillos