Resueltos los problemas que planteaba la proyección de imágenes en movimiento, comienzan a rodarse películas de una duración cada vez mayor, que permiten desarrollar cualquier tipo de argumento. Aunque la palabra hablada ha de ser reemplazada por la expresividad del rostro y los gestos, así como por carteles con textos escritos, pronto llegan las primeras obras maestras del que se llamaría Séptimo Arte.
La danza, que ha dejado de ser la protagonista de estos filmes, casi desaparece de la pantalla. Unas veces, queda reducida a simples secuencias más o menos fugaces; otras, sin embargo, protagoniza, al menos, escenas completas de los principales personajes. En el primer caso, en el período que va de 1910 a 1927, destacan El estudiante de Praga de Stellan Rye y Paul Wegener e Intolerancia de David W. Griffith.
El estudiante de Praga
Lyda Salmonova |
El estudiante de Praga (Der Student von Prag) fue rodada en 1913 por el danés Stellan Rye (1880-1915) y el prusiano Paul Wegener (1874-1948), que también interpretaba el papel principal. Cuenta la historia de un estudiante que vende su alma para poder conseguir cualquier cosa que desee. Se la considera un clásico en el cine de terror.
La danza corre a cargo de la bailarina checa Lyda Salmonova, esposa de Wegener, que aparece en dos escenas en las que, en el papel de cíngara, da unos pasos de baile, los primeros sobre una mesa.
Intolerancia
Intolerancia (Intolerance), dirigida por el norteamericano David Wark Griffith (1875-1948), se estrenó en 1916. Fue una obra verdaderamente faraónica que sorprendió a todos por su desmesura y espectacularidad: miles y miles de figurantes, cientos de carros, decorados descomunales, 197 minutos de duración...
Llevaba a la pantalla la eterna pelea entre el bien y el mal, entre el odio y la intolerancia y el amor y la caridad. Una contienda moral que se planteaba en cuatro momentos históricos que se entrelazaban: el mundo actual, Jerusalén y la figura de Cristo, la caída de Babilonia y la sangrienta lucha entre católicos y hugonotes la noche de San Bartolomé de 1572.
La danza ―apenas unos instantes― está presente en dos episodios: el que dedica a la actualidad y el que se sitúa en Babilonia.
En el primero, representa una forma de escape, una diversión de gente joven.
En el segundo, forma parte de los ritos sagrados y las celebraciones babilónicas celebradas en memoria de la resurrección de Tammuz, dios de la fertilidad.
José Luis Navarro