Ya se sabe que una zambomba es una zambomba. Y tiene su
público —la Sala Turina estaba a reventar—. Yo no soy lo que se dice un
"adicto" a este tipo de espectáculos, por eso me lo pensé muy mucho
antes de decidirme a asistir. Al final, por aquello de que históricamente ha
habido flamencos que han sabido hacer del villancico una variante de la bulería
—el Niño Gloria es un arquetipo— y como, aunque sea completamente agnóstico,
nada tengo en contra de las costumbres populares, sucumbí y fui. En mala hora.
Durante hora y media tuve que soportar la pretenciosidad de las hermanas Cala.
Entre otras insensateces, tuve que sufrir cómo Aroa intentó recrear,
destruyéndolo, los campanilleros que hacían magistralmente Manuel Torre o la
Niña de la Puebla. Hay cosas que es mejor no tocar. De los demás, poco que
decir. Leli Soto estuvo discreta. Álvaro Bellido y Cañejo de Bárbate, con
cresta a lo mohicano, también. Luis de la Tota, unas veces a lo Tomasito y
otras a lo Diego Carrasco, quiso poner la nota de gracia. No lo logró. Adriano Lozabo a la guitarra y
Samuel Cortés con el violín, eficaces y sin alardear de nada. Como debe ser.
Fecha: 27 de diciembre de 2012.
Lugar: Sala Turina. Sevilla.