Ante un recital como el que anoche dio Argentina en “Flamenco
viene del sur” hay que quitarse el sombrero. ¡Chapeau! Fueron dos horas de
cante en las que la onubense lo dio todo. Nos emocionó, nos sobrecogió y nos
alegró el alma. Hoy el cante es el hermano pobre del flamenco. El Baile acapara
todo tipo de programaciones. Solo conciertos como este pueden poner las cosas en
su sitio. Baile sí. Cante también.
Argentina dio una lección rotunda de cante: vocalización
perfecta, afinación precisa, poderío, conocimiento e imaginación. Comenzó al
pie del cañón, como Agustina de Aragón, con guiños a Lole y Manuel, uno al
principio, “Desde Córdoba a Sevilla” y otro al final, “Río de mi Sevilla”. Interpretó
estilos que apenas se prodigan hoy: mariana, serrana y milonga. Se acordó de Font
de Anta y su insuperable “Amarguras” y la remató con una sobrecogedora
seguiriya. Y, por supuesto, hizo tangos con recuerdos al Piyayo, granaínas
rematadas por abandolaos, bulerías por soleá, caracoles, bulerías y fandangos de
Huelva. Y para agradecer los aplausos del público “María la Portuguesa”.
Casi dos horas con solo un respiro mientras los Mellis hacían
unos fandangos con la Tarara y Torombo daba su pataíta. Con ellos dos guitarras
que se turnaron el protagonismo: las de José Quevedo “Bolita” y la de Jesús
Guerrero.
Un lujo de concierto.
José Luis Navarro