Cristina Heeren es una norteamericana que vino a España y se
enamoró del flamenco —“un arte único que no se parece a ningún otro”, según
ella—. Tuvo y tuvimos la suerte de que cayese y se dejase asesorar por
flamencos honestos que lejos de aprovecharse de la buena fe y voluntad de la que otros
habrían tachado de “americana chiflada” le aconsejaron que hiciese lo que más
necesitaba el flamenco: una especie de Escuela en donde se enseñase a los que
quisiesen ser artistas desde foniatría hasta a mover una bata de cola. Así es
cómo en 1996 nació en Sevilla la Fundación Cristina Heeren. Por ella han
pasado como profesores, entre otros, nada más y nada menos que Calixto Sánchez,
Milagros Menjíbar, Naranjito de Triana, Manuel Soler, José de la Tomasa, Paco
Toronjo, Esperanza Fernández, Javier Barón, Eduardo Rebollar, Niño de Pura,
Pedro Sierra, Paco Cortés, Arcángel, Rafael Riqueni o Miguel Ángel Cortés. En
sus aulas se han hecho artistas cientos de chicas y chicos que un día soñaron
con ser flamencos. Ya han pasado 20 años de aquel día y bien se merecía Cristina que se acordasen
de ella. La Fundación Cajasol lo hizo anoche. Fue en los Jueves Flamencos con un acto que denominó “Homenaje
a Doña Cristina Heeren” y la entrega de una preciosa estatuilla de Jesús
Gavira.
Fotografía: Jaime Martínez. Cortesía de Cajasol |
El acto, de una desusada duración, comenzó con las
¿obligadas? intervenciones institucionales, unas amenas y bien estructuradas notas
biográficas de Manuel Curao y las palabras de agradecimiento de Cristina. Y,
por fin, llegó el flamenco.
Por las tablas pasaron quienes en su día mejor aconsejaron a
la neoyorquina y después más han contribuido a hacer realidad aquel ya lejano proyecto.
Primero, Calixto Sánchez, un auténtico profesional del cante ya jubilado, que con
la inspirada guitarra de Eduardo Rebollar hizo malagueñas, soleares, alegrías y
bulerías y dio toda una lección de técnica cantaora.
Fotografía: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol. |
Después, José de la
Tomasa, pletórico de facultades, que acompañado por José Luis Postigo, hizo
tarantas, soleares, bulerías y tonás.
Fotografía: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol. |
El cierre lo puso Milagros Menjíbar, maestra
y musa de la Escuela Sevillana, que hizo alegrías y demostró cómo se puede bailar
en mujer, como ella dice, “sin apenas hacer ruido”.
Fotografías: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol. |
Con ella estuvieron otros
tres maestros: Juan Reina y Manuel Romero al cante y Rafael Rodríguez a la
guitarra.
José Luis Navarro