martes, 7 de marzo de 2017

El Pele cantó FLAMENCO


Toda música transmite emociones. Son sentimientos que el intérprete tiene que expresar y  representar. Pero el flamenco va mucho más allá. El cantaor no representa. El cantaor tiene que “vivir” cada tercio —eso es lo que unos llaman “autenticidad” y otros “pureza”. Y eso es lo que hizo anoche El Pele en el Teatro Central. Se rebuscó los sentimientos en las entrañas, se dolió y vivió todo lo que dijo. Y nos emocionó.


A sus 63 años, El Pele derrocha facultades. Tiene el poderío de un joven y la sabiduría de un mayor. Y todo lo da en cada recital. Es además un artista generoso con su público. No solo se entregó él al cien por cien, sino que se trajo unos acompañantes de lujo: El Niño Seve, una de sus guitarras habituales; unas palmas de categoría, Bobote y Torombo; la percusión de José Moreno y, para remate, el baile de Juan Fernández Montoya “El Barullo”, el nieto de Farruco. Los dos hicieron una soleá para enmarcar. De un lado la voz dolorida del cante y de otro la elegancia y la flamencura del baile.



El Pele empezó su recital, “Puro Pele”, por cantiñas, saboreando cada palabra. Hizo un personal viaje, reposado y enjundioso, por todo el oriente andaluz (Lucena, Granada, Cartagena y Málaga) que remató con una jota aragonesa. Nos sobrecogió por seguiriyas. Remató “con lo que salga” y lo que salió fue una soberbia soleá cantá y bailá. El teatro entero, de pie, le pidió más y todos hicieron un fin de fiesta por bulerías en el que especialmente Torombo se lució en su pataíta.

No podía empezar mejor “Flamenco viene del sur 2017”.
                                                                                                                      José Luis Navarro