Ana Morales sigue reescribiendo el baile de ayer. Una mirada lenta es un homenaje al baile
clásico. Un baile que ella conoce y domina a la perfección. Pero que ella
recrea y renueva con detalles propios. Levanta los brazos como haría una diosa
de lo jondo en un tablao dieciochesco. Sus manos tienen vida propia. En su bata
de cola está todo el baile de mujer. La levanta como enseña Milagros Menjíbar.
Se la relía en los pies cuando cierra un giro como, según cuenta Fernando el de
Triana, hacía la Macarrona. Mete los pies cuando hay que meterlos. Unos pies
vertiginosos y precisos. Unos pies capaces de poner en un aprieto a la
mismísima Carmen Amaya. En su cuerpo está todo el baile de ayer con la impronta
de su personalidad y maestría. El baile de ayer hecho hoy.
David Coria, Ana Morales y Rafael Rodríguez |
De artista invitado venía David Coria, un auténtico maestro
del baile de hoy. Técnica, imaginación y elegancia. Un bailaor que está ahí
cada vez que lo llama Ana, lo mismo que Ana cuando la llama él. Las tonás que
hicieron los dos a dúo fueron escalofriantes.
La música la puso Rafael Rodríguez. Una réplica con la
guitarra del baile de Ana. Antiguo y moderno a la vez, con continuos y
exquisitos destellos creativos. Su seguiriya fue antológica.
Los tres, con la percusión, medida y sabia, de Daniel Suárez
y el cante magistral de Miguel Ortega y Antonio Campos —sus fandangos de Lucena
y jaberas con toque incluido tuvieron un sabor flamenquísimo—, ofrecieron un
recital enjundioso: malagueña-cartagenera-tarantos, tonás, una soleá monumental de Ana, unos tanguillos
juguetones de Coria y para cerrar una farruca rematada por unos tangos de Málaga
a los que Ana puso sal y picardía.
La puesta en escena, eso sí, muy moderna, pero con las luces
exactas, que en ningún momento deslució ni molestó al baile.
Un recital de lujo y otro éxito de este “Flamenco del Sur”.
José Luis Navarro