jueves, 5 de mayo de 2016

Un paseo por la muerte



Llevaba algo de razón Juan Carlos Romero cuando decía en la rueda de prensa previa al concierto de Cajasol que hoy al aficionado no le gusta nada más que la música ligerita, agradable, las rumbitas, los tanguitos… Viene esto a propósito de lo escandalosamente vacía que estaba la Sala Chicarreros anoche. Es cierto que difícilmente puede un concierto de guitarra competir con un partido importante del Sevilla FC. Es cierto también que este mismo concierto ya lo dio Romero en el Ciclo “Flamenco viene del sur” en el Teatro Central hace justamente un año. Todo esto nos obliga a reflexionar en ese difícil binomio arte-comercio, entre creación y venta comercial. El artista ha de decidir entre mantenerse fiel a sus principios, aún a costa de tener que abrir una zapatería para poder vivir, como también se dijo en la citada rueda de prensa, o hacer concesiones a los gustos del público. Y desgraciadamente los gustos del público de hoy van por derroteros poco recomendables. ¿Cuándo caerán en la cuenta los gobernantes de turno de la importancia que la educación tiene en la formación de generaciones cultas y comprometidas? Claro que esto es algo que nunca les ha importado lo más mínimo. Más aún: lo que les interesa son los votantes cuanto más estúpidos mejor.

Foto: Remedios Malvárez

Romero es un músico sincero que compone la música que le sale del corazón. Eso es lo que hizo en su “Paseo de los cipreses” y eso es lo que tocó ayer en vivo. Una música llena de nostalgia, inevitablemente teñida de tristeza. No podía ser de otra manera, porque ese disco está dedicado a músicos y personas que han significado mucho para él y que ya no están con nosotros: su padre, Niño Miguel, Enrique Morente, Antonio Moreno, Félix Grande, Paco de Lucía… “Se canta lo que se pierde” fue uno de los mejores momentos del concierto.

Más aún. Romero renuncia a todo lo espectacular, al virtuosismo superficial. Se niega a hacer ningún tipo de concesiones a la llamada galería. No es lo suyo. La composición musical en él —ya lo hemos dicho en otra ocasión— es un acto de recogimiento, casi una experiencia mística. El suyo es un toque profundo. Flamenco. Un toque que exige paladares exquisitos para degustarlo.

Foto: Jaime Martínez
Anoche hizo taranta, seguiriyas, bulerías, tangos, granaína, martinete, rumbas, fandangos de Huelva y nota a nota, un acorde tras otro, fue reviviendo recuerdos, sentimientos.

Con él estaban Paco Cruzado (segunda guitarra), Carmen Molina (cante) y Los Mellis (percusión y palmas). Todos paisanos suyos.

                                                                                                       José Luis Navarro