Llevaba algo de razón Juan Carlos Romero cuando
decía en la rueda de prensa previa al concierto de Cajasol que hoy al
aficionado no le gusta nada más que la música ligerita, agradable, las
rumbitas, los tanguitos… Viene esto a propósito de lo escandalosamente vacía
que estaba la Sala Chicarreros anoche. Es cierto que difícilmente puede un
concierto de guitarra competir con un partido importante del Sevilla FC. Es
cierto también que este mismo concierto ya lo dio Romero en el Ciclo “Flamenco
viene del sur” en el Teatro Central hace justamente un año. Todo esto nos obliga
a reflexionar en ese difícil binomio arte-comercio, entre creación y venta
comercial. El artista ha de decidir entre mantenerse fiel a sus principios, aún
a costa de tener que abrir una zapatería para poder vivir, como también se dijo
en la citada rueda de prensa, o hacer concesiones a los gustos del público. Y
desgraciadamente los gustos del público de hoy van por derroteros poco
recomendables. ¿Cuándo caerán en la cuenta los gobernantes de turno de la importancia
que la educación tiene en la formación de generaciones cultas y comprometidas?
Claro que esto es algo que nunca les ha importado lo más mínimo. Más aún: lo
que les interesa son los votantes cuanto más estúpidos mejor.
Foto: Remedios Malvárez |
Romero es un músico sincero que compone la música
que le sale del corazón. Eso es lo que hizo en su “Paseo de los cipreses” y eso
es lo que tocó ayer en vivo. Una música llena de nostalgia, inevitablemente teñida
de tristeza. No podía ser de otra manera, porque ese disco está dedicado a músicos
y personas que han significado mucho para él y que ya no están con nosotros: su
padre, Niño Miguel, Enrique Morente, Antonio Moreno, Félix Grande, Paco de
Lucía… “Se canta lo que se pierde” fue uno de los mejores momentos del
concierto.
Más aún. Romero renuncia a todo lo espectacular,
al virtuosismo superficial. Se niega a hacer ningún tipo de concesiones a la
llamada galería. No es lo suyo. La composición musical en él —ya lo hemos dicho
en otra ocasión— es un acto de recogimiento, casi una experiencia mística. El
suyo es un toque profundo. Flamenco. Un toque que exige paladares exquisitos
para degustarlo.
Foto: Jaime Martínez |
Anoche hizo taranta, seguiriyas, bulerías,
tangos, granaína, martinete, rumbas, fandangos de Huelva y nota a nota, un
acorde tras otro, fue reviviendo recuerdos, sentimientos.
Con él
estaban Paco Cruzado (segunda guitarra), Carmen Molina (cante) y Los Mellis (percusión
y palmas). Todos paisanos suyos.
José Luis Navarro