Hay tablaos en Sevilla que toman al público por un estúpido rebaño
de guiris. Degradan así al Flamenco y, por supuesto, se degradan a ellos
mismos. No ocurre así en Orillas de Triana. No solo se respeta al público, sino
que los artistas disfrutan haciendo su trabajo. Y esto lo transmiten al
espectador, estableciendo con él una enjundiosa comunión artística. Ocurrió una
vez más anoche.
Bailaba por primera vez un muchacho joven, Álvaro El Sarabia.
Hizo alegrías y se sacó cuatro ases de la manga: conocimiento, desparpajo,
garbo y elegancia. Seguro que llegará muy lejos.
Con él estaba Maise Márquez. Salió y nos dejó a todos
boquiabiertos con un taranto de antología. ¡Ole, Maise!
Y atrás dos maestros del acompañamiento al baile: Rocío La
Boterita y Liam.
Yo no sé qué hace Rocío que tiene la voz cada día más bonita.
Cantó alante por soleá por bulería y nos hizo disfrutar con ella del mejor
cante. De Liam siempre digo lo mismo y es que siempre es verdad: cada día que
pasa toca mejor. La guajira que ha compuesto es una auténtica delicadeza
musical.
José Luis Navarro