domingo, 8 de mayo de 2016

La Valiente presentada en Sevilla



Ayer se presentó en la Feria del Libro de Sevilla La Valiente. Trinidad Huertas “La Cuenca” de José Luis Ortiz Nuevo (ausente), Ángeles Cruzado y Kiko Mora.


Trinidad Huertas “La Cuenca” fue una artista muy singular. Una mujer “agraciada”, de “ojos sumamente expresivos”, ”pequeña estatura” y “talle esbelto y flexible” — así la describía, como veremos en este libro, El Diario de la Marina el 16 de diciembre de 1887 con ocasión de su inminente debut en La Habana—. Una mujer que vivió intensamente e hizo siempre lo que le vino en gana.

Le gustaba zapatear y ni corta ni perezosa dejó a un lado faldas y volantes y se enfundó pantalones y botas de media caña. No era la primera ni la única que lo hacía. Su competidora, Salud Rodríguez “La Hija del Ciego”, vestía siempre así y Carmencita Dauset ocasionalmente se ponía de hombre para bailar sevillanas.

La Cuenca fue polifacética en el arte flamenco. Bailó, cantó y tocó las seis cuerdas. Y no solo eso. Le puso al baile imaginación y se inventó una corrida con todos sus lances: capote, pica, banderillas y entrada a matar. Y todo sin dejar de zapatear ni un instante. Tampoco fue la única. Como podremos leer en las páginas de este libro, hubo también una Srta. Espert que daba “pasos de muleta” allá por 1856 en el Gran Teatro de Tacón de La Habana.

La Cuenca tuvo la fortuna de que cayera en las manos de Fernando el de Triana una foto suya y gracias a él y a esa joya bibliográfica que es su Arte y artistas flamencos (1935) ni su nombre, ni su estampa, ni su gracia —la llamó nada menos que “prototipo de la majeza, el arte y la simpatía”—, cayeron en la cárcel del olvido[1]. No le pasó como a tantas otras artistas cuyos nombres desgraciadamente a duras penas salen de una injusta amnesia —entre otros, por citar algunos, Encarnación Hurtado “La Malagueñita”, Elvira Gómez Fons “La Checa” o Paz Calzado[2]—.

Por fortuna, con las primeras luces de la última década del siglo pasado la investigación flamenca vivió una auténtica revolución: el descubrimiento de las hemerotecas. A partir de entonces el dato documentado fue arrinconando muchas patrañas acuñadas por la tradición oral. Pionero en estos nuevos caminos fue José Luis Ortiz Nuevo con su ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del arte flamenco según los testimonios de la prensa sevillana del XIX desde comienzos del siglo hasta el año en que murió Silverio Franconetti (1812-1889), publicado en 1990. Un empeño en el que poco después le siguió José Gelardo, visitando cada día la hemeroteca murciana.

Luego vivimos una segunda revolución: la digitalización de los fondos hemerográficos. Y José Luis siguió dando caña. Dirigidos por él, Eulalia Pablo, José Gelardo, Miguel López, Pilar Pérez-Muñoz, y yo mismo[3] vaciamos la Hemeroteca del legado de Narciso Díaz de Escobar del Archivo del Museo de Artes y Costumbres Populares de Málaga.

Gracias también a ese empeño colectivo, así como a las horas que a estos rastreos habían dedicado Ortiz Nuevo y Gelardo, empezamos a conocer detalles de la “toreadora” malagueña. Entre otros muchos datos, Eulalia Pablo en su impagable Mujeres guitarristas (2009), un trabajo que hoy cualquier antropólogo no dudaría en llamar “estudio de género”, certificó documentalmente su condición de “mujer guitarrista”, tal y como había escrito el de Triana en 1935.

Unos afanes que culminan hoy con este libro-obsequio-de-cumpleaños con que José Luis Ortiz Nuevo se ha empecinado en festejar los 159 años que han pasado desde que La Cuenca viniese a este mundo. Un libro que le hace al fin justicia plena, rellenando de contenido prácticamente casi todas las lagunas que aún quedaban sobre esta genial malagueña. Un libro con el que se inicia además otra etapa en la investigación flamenca: la “compra-venta anticipada” de sus productos. ¡Bienvenido sea!


[1] La menciona también José Otero en su Tratado de baile de 1912.
[2] A las tres les dediqué en 2010 varias entradas en el blog El eco de la memoria a propósito de la farruca.
[3] Participaron también algunos alumnos que por aquel entonces cursaban el Doctorado de Flamenco en la Universidad de Sevilla: Francesca Ceccherini, Antonio Conde, Rubén Gutiérrez, Luis Francisco Jiménez, Ana Rosa Perozo, Concepción Rodicio, Antonio Miguel Ruiz, Guillermo Salinas, Pepa Sánchez, Rocío Tejedor, Jaime Trancoso y Jerónimo Utrilla.