Lo de Patricia Guerrero anoche en el Central fue un
auténtico acto de valentía. Se encerró sola con un violín (Bruno Axel), una
guitarra (Miguel Iglesias), una voz (José Ángel Carmona) y una batería (Agustín
Diassera) y se adueñó del teatro. Dio todo un recital de baile, mejor dicho, hizo
una completa exhibición de su baile. Porque Patricia ha logrado en muy pocos
años un estilo absolutamente personal.
Su baile tiene raíces granadinas, pero se ha ido
enriqueciendo con continuos destellos de su propia creatividad. Es un baile a
la vez clásico y revolucionario. Un baile sofisticado. Un baile técnicamente
preciso que dialoga con cada instrumento. Sus pies, sus brazos, sus manos, todo
su cuerpo, se mueven y se funden con ellos en una perfecta sintonía. Su
comunión con el espléndido e imaginativo violín de Axel fue verdaderamente
sorprendente. Los dos consiguieron llenar de magia las tablas del Central.
Un baile que se inspira en la seguiriya, en la cabal de
Silverio, en la soléa, en la bulería, en los tangos,
pero también en la chacona de Bach. Un baile que desde el pasado se asoma al
futuro. Ni el flamenco tiene fronteras, ni su baile límites.
José Luis Navarro