jueves, 12 de mayo de 2016

Luisa Palicio, la Nueva Escuela Sevillana



Con frecuencia surge entre aficionados, estudiosos y críticos del flamenco el tema de la Escuela Sevillana: ¿qué es?, ¿cuáles son sus rasgos más característicos?, ¿quiénes son sus maestros?, ¿quiénes son hoy sus intérpretes más cualificados?  Luisa Palicio respondió anoche en Cajasol con elocuencia a la mayoría de estos interrogantes. Ella es hoy la bailaora que mejor encarna la esencia de esta escuela de baile.
 
Durante años se formó en el baile bajo la tutela de la que ha sido y sigue siendo la última gran maestra del baile sevillano, Milagros Menjíbar. Luego, sobre estos cimientos ha ido construyendo su propia forma de sentir y expresar el baile flamenco y hoy por hoy se ha convertido en el exponente más cualificado de una escuela sevillana actualizada, la Nueva Escuela Sevillana.

Foto; Remedios Malvárez
Porque Luisa tiene esa elegancia y esa feminidad que son dos de los atributos más señalados de esa forma de bailar. Sabe también, si el baile lo pide, ponerle sensualidad, incluso descaro y provocación. Lo demostró con los tangos trianeros. Domina como pocas la bata de cola, el mantón y el abanico, tres elementos externos ligados a esta escuela. También lo demostró sobradamente anoche en la soleá y en la forma en que jugaba a compás con el abanico en las sevillanas. 

Foto; Remedios Malvárez
Y además de todo eso, Luisa inventa, enriquece el baile de Sevilla con nuevos palos y fértiles innovaciones. Le bailó al piano, revivió la zambra y el pasodoble y creó una saeta en la que fundió arte, devoción e incluso llegó a encarnar a la misma madre de Cristo cuando le cantaba Ana Gómez desde un palco.

Foto; Remedios Malvárez
Dio toda una lección de baile y de amor a Sevilla. No se puede querer más a la Giralda de lo que siente por ella esta malagueña.

Vino muy bien acompañada: Manuel Romero y Ana Gómez al cante, Alejandro Cruz al piano, Miguel Pérez a la guitarra, David Jiménez “Chupete” a la percusión y, para completar el baile, Eduardo Leal, que nos regaló un espléndido garrotín.

                                                                                                                       José Luis Navarro