Pero, ¿quién ha dicho que en cante flamenco está todo
inventado? Sí es cierto que es un género en el que cuesta crear novedades.
Mucha culpa de ello tienen los que se autodefinen como “puristas” que, como
mucho, solo admiten que un cantaor imprima a su cante el sello personal de su voz. Pero,
claro, como en tantas otras cosas, están totalmente equivocados. En el cante
flamenco, como en cualquier arte, sí se pueden aportar novedades. Lo demostraron
anoche, Esperanza Fernández y Miguel Ángel Cortés. Con ellos, oímos cosas que
no habíamos oído antes. Y eso es, sin duda, aportar novedades.
Fotografía: Jaime Martínez |
Esperanza quiso traer a la Sala Chicarreros un concierto tradicional
y así lo empezó y así lo terminó, acordándose primero de las peteneras que su
padre, Curro Fernández, le hacía a Manuela Vargas allá por los setenta y
cerrando con las bulerías de La Paquera, como ella las hacía, al 7 por medio.
En medio, de todo, unas alegrías de La Perla y, como novedades, el ensamblaje de
cantes de distintas sonoridades, auténticas composiciones musicales de nuevo
cuño. La minera del Cojo de Málaga con el taranto que hacía Camarón, la
soleá de Triana con la caña, la milonga de Marchena con la guajira, la mariana
y los tangos de Granada y una combinación espectacular: la seguiriya cabal de Silverio hecha por martinete, las
seguiriyas de Francisco la Perla (“Por los siete dolores”) y Manuel Torre (“Eran
dos días señalaítos”), la serrana clásica y, como remate, el fandango de Frasquito Yerbabuena. Todo un recital de lujo.
Fotografía: Remedios Malvárez |
Con Esperanza estaba la guitarra que se ha hecho
imprescindible para ella, la de Miguel Ángel Cortés, y la percusión de Dani
Bonilla y Jorge el Cubano con el debut del pequeño Miguel Junior.
Fotografía: Remedios Malvárez |
Se cerraba así, por todo lo alto, el ciclo de invierno de
los Jueves Flamencos de Cajasol.
José Luis Navarro