Anoche fue una jornada muy especial en el tablao Orillas de
Triana. Se despedía por un tiempo —el obligado viaje a China y Japón de todo
flamenco— David Pérez. Un tiempo que esperemos que no se alargue mucho y que
pronto podamos seguir disfrutando de su baile. Entre el público que llenaba el
tablao había un buen puñado de sus alumnas y David tenía ganas de bailar. Y vaya
que si bailó. Fue una vez más el libro abierto de las mudanzas flamencas. Una simbiosis
de vértigo y armonía. Un continuo movimiento rebosante de flamencura. Giros, vueltas,
piruetas, saltos, marcajes, escobillas y todo tipo de adornos —lazos, latiguillos,
carrerillas, destaques…—, hasta la elevación sobre las punteras que hoy se
identifica con Michael Jackson, pero que ya la hacía hace tiempo aquí Mario
Maya. Porque David es una auténtica enciclopedia de todo cuanto se puede hacer
con el cuerpo para bailar flamenco. Baila y se expresa con cada centímetro de
su cuerpo, con los hombros, las manos, la mirada, hasta con los ojos. Aquí tenéis algunas imágenes de archivo:
Empezó con un martinete e hizo diabluras con el bastón,
contrapunteando con precisión la madera con los pies. Después hizo un taranto, en
el que conjugó a la perfección el dramatismo de la mina con la alegría
desbordante de los tangos. Fue, como dicen los cabales, el acabose.
Con él compartió tablas Malena Alba, esa trianera de ojos
rasgados que cada minuto que pasa baila todavía mejor. Una jovencita que ya
está dando que hablar a todos cuantos la ven. Hizo unas alegrías y, como siempre
hace, volvió a cautivarnos.
Imagen de archivo |
Les acompañaron Vicente Gelo al cante y Liam a la guitarra.
Otro joven músico que va camino de convertirse en un grande de las seis
cuerdas.
El público se hartó de aplaudir y salió del tablao con cara
de satisfacción y la mar de contento. Así da gusto. ¡Vuelve pronto David!
José Luis Navarro