miércoles, 10 de diciembre de 2014

Me gusta cómo baila Mathilde Anton

Hay aspectos que se pueden valorar con facilidad en el baile flamenco: el dominio técnico, el conocimiento de los estilos, la compostura del cuerpo, la elegancia en los movimientos, la limpieza en el zapateado, la riqueza de pasos… Hay otros, sin embargo, que escapan al análisis. ¿Por qué unos bailaores son capaces de llegar mejor al espectador?, ¿en dónde reside esa capacidad de transmitir lo que cada uno siente cuando baila?


El baile de Mathilde nos engancha, nos hace sentir lo que ella quiere transmitir. Cada movimiento brota espontáneo de cada centímetro de su cuerpo. Por eso nos gusta, por eso disfrutamos viéndola bailar. Cumple además todo cuanto se le puede exigir a una bailaora: es elegante, vive intensamente cada baile y, lo que más aprecian algunos hoy, tiene fuego en los pies.

Anoche en la Caja Negra bailó una seguiriya a la que le puso toda la intensidad que exige ese palo y luego se despidió con desparpajo en unas alegrías al alimón con su compatriota Carolina Pastor, que nos recordaron, hasta en el vestuario, las que hicieron en el preestreno de ¡Viva el Café cantante! Javiera de la Fuente (entonces Javiera la Moreno) y Marta Balparda.


Les acompañaron al cante María Portillo y a la guitarra El Chani.


                                                                                               José Luis Navarro