Hay aspectos que se pueden valorar con facilidad en el baile flamenco: el
dominio técnico, el conocimiento de los estilos, la compostura del cuerpo, la
elegancia en los movimientos, la limpieza en el zapateado, la riqueza de pasos…
Hay otros, sin embargo, que escapan al análisis. ¿Por qué unos bailaores son
capaces de llegar mejor al espectador?, ¿en dónde reside esa capacidad de
transmitir lo que cada uno siente cuando baila?
El baile de Mathilde nos engancha, nos hace sentir lo que
ella quiere transmitir. Cada movimiento brota espontáneo de cada centímetro de
su cuerpo. Por eso nos gusta, por eso disfrutamos viéndola bailar.
Cumple además todo cuanto se le puede exigir a una bailaora: es elegante, vive
intensamente cada baile y, lo que más aprecian algunos hoy, tiene fuego en los
pies.
Anoche en la Caja Negra bailó una seguiriya a la que le puso
toda la intensidad que exige ese palo y luego se despidió con desparpajo en
unas alegrías al alimón con su compatriota Carolina Pastor, que nos recordaron,
hasta en el vestuario, las que hicieron en el preestreno de ¡Viva el Café cantante! Javiera de la
Fuente (entonces Javiera la Moreno) y Marta Balparda.
Les acompañaron al cante María Portillo y a la guitarra El
Chani.
José Luis Navarro