martes, 11 de febrero de 2014

Gema Moneo en La Caja Negra

No se baila igual con veinte que con cuarenta años. A los veinte, todo es fuerza, fogosidad, dinamismo. A los cuarenta el baile se serena. Es entonces cuando se manifiestan las esencias que cada bailaor lleva dentro.

Luego están las modas. Hoy se rinde culto a los pies. En cuanto que encuentra el más mínimo resquicio el bailaor y la bailaora se ponen a zapatear. En esto ya no hay diferencia de sexos. Parece ser que eso es lo que le gusta ahora al público. Desde luego, eso es lo que más se aplaude. Y claro, es comprensible que un bailaor joven que ve cómo el público responde de esa manera a sus redobles, se olvide de otros momentos del baile, descuidando brazos, manos y figura, y termine abusando de los pies. Y esto, especialmente en la mujer, va claramente en detrimento del arte.


Viene todo esto a cuenta de la actuación anoche en La Caja Negra de Gema Moneo, una bailaora de veinte y muy pocos años. Una jerezana que baila divinamente, ajustadísima a compás ―le sobra eso que los flamencos llaman "soniquete"―. Tiene muy buenas hechuras y, como me decía Juan Paredes ―declarado admirador suyo―, tiene además presencia escénica. Derrocha garra y temperamento. Se come el escenario y transmite lo que siente. Y, por supuesto, tiene unos pies magníficos, limpios, ricos, con muy buen sonido. ¿Qué más se le puede pedir? No es de extrañar que sea una de las bailaoras jóvenes con más proyección en el panorama actual del baile flamenco. Una bailaora que cuando repose un poco su baile y destape el tarro de esas esencias que intuimos que posee, cuando empiece a sacar todo el arte que lleva dentro, dará mucho que hablar. De hecho ya se ha paseado por los tablaos y escenarios de más prestigio y ya está empezando a dar que hablar.

A La Caja Negra vino acompañada de tres paisanos: Juanillorro y Joaquín Marín el Kini al cante y Jesús Agarrado el Guardia a la guitarra.

José Luis Navarro