viernes, 17 de enero de 2014

Una agradable sorpresa en el Garufa

Hay distintas formas de disfrutar del baile flamenco. Una es obvia: ir a ver a un artista que ya conoces y que te gusta como baila. Siempre existe el riesgo de que tenga una mala noche, pero tampoco hay por qué ponerse en lo peor. La otra es ir a la aventura, ir a ver a un artista al que nunca hemos visto bailar y del que nada sabemos ni tenemos ninguna referencia. El riesgo es entonces absoluto, pero si luego nos gusta, el disfrute es mayor.  Es la sorpresa y es el descubrimiento de lo nuevo.

Eso es lo que nos ocurrió anoche en la Sala Garufa. Dos nombres desconocidos y dos futuras promesas del baile. Un griego, Iasonas Damianos, y una sevillana con raíces en Andújar, Elena Ollero.


Iasonas tiene muy buenos pies. Zapatea con limpieza y precisión. Dio además muestras de imaginación, aunque a veces con riesgo de descompostura. Detalles que sin duda irá corrigiendo en el aprendizaje  al que está entregado. No debe olvidarse tampoco de redobles que hoy forman parte de las señas de identidad de los bailes ―nos referimos a esa preciosidad técnica que es la escobilla típica de la soleá―.


Elena Ollero fue otro muy grato descubrimiento. Tiene buena figura y hechuras de bailaora de tronío. En su baile, en sus movimientos, hay empaque, elegancia, creatividad y buen gusto. Hizo un solo baile y nos dejó con ganas de verla hacer al menos otro. Sorpresas así nos gustaría encontrarnos cada vez que salimos a la aventura. Le auguramos un espléndido futuro a no mucho tardar.


Vinieron además muy bien acompañados atrás, con Fernando Maya a la percusión ―muy bueno el toque de tambor con que acompañó la saeta―, Manuel Montero a la guitarra y Farina y Cristina Soler al cante. Cristina hizo una original introducción por saetas al primer baile de Damianos y luego abrió la segunda parte del recital con unas malagueñas hechas con poderío en las que se acordó a su manera de Antonio Chacón. 
José Luis Navarro