martes, 11 de septiembre de 2012

Viva el instinto


En Tuétano hay baile, pero no es un espectáculo de danza. Hay baile, porque Andrés Marín es bailaor y esa es su forma de expresarse. Tuétano es una obra dramática en la que Marín reflexiona sobre la sociedad y el hombre actual, sobre una sociedad “anestesiada” ─así la define él─ y sobre el hombre que solo obedece a sus instintos. Porque, como decía Antonin Artaud y Marín repite, "Para mí todo lo que procede de la razón no es de fiar. Creo sólo en la evidencia de lo que mueve mi tuétano, no de lo que se dirige a la razón". Tuétano es pues un grito de inconformismo. Una obra honesta y sincera que denuncia los engaños del hombre deshumanizado. Un viaje hacia sus mismísimas entrañas y un regreso a su animalidad. De ahí las gallinas que se mueven a sus anchas por el escenario y la que corona su sombrero de copa. Símbolos de una arcadia pastoril, de una inocencia perdida.

Foto: A. Acedo. Cortesía de la Bienal

Todo está presente sobre el escenario. La música estridente de la percusión de Luis Tabuenca y la guitarra eléctrica de Raúl Cantizano. Excelente. La voz enrabietada de Tomasa la Macanita. Desgarradora, hiriente. El baile racial de Concha Vargas. A la vez instintivo y codificado. Y Andrés Marín que baila y baila, que nos deslumbra con un riquísimo vocabulario personal. Un baile que llegó a alcanzar momentos de una insospechada y sobrecogedora belleza plástica la rondeña de Ramón Montoya desarmó nuestras defensas intelectuales y nos hizo volar por las regiones de una estética de la confrontación.

Tuétano se estrenó el 23 de junio de 2012 en el 32 Festival de Danza de Montpellier.