jueves, 5 de abril de 2012

Sobre la jerga, la poesía y la historia de los gitanos (VIII)

Esta entrada fue publicada el 21 de septiembre de 1850 en El Faro Industrial de La Habana. La podéis ver también en Tremendo asombro al peso, Vol. 2, de José Luis Ortiz Nuevo.

VIII

No hay nada más cierto en la historia de los gitanos que el que su raza floreció y se aumentó mientras más severas y restrictivas fueron las leyes que sobre ellos se promulgaban. Los días de su mayor gloria y en la época de los felices sucesos y victoriosos éxitos de las hazañas del gitanismo eran cuando su casta fue proscrita y perseguida y cuando había el fatal empeño en coartarla hasta el pensar en gitano, porque el mal menos ostensible y perjudicial que se seguía de leyes tan absurdamente represivas, era la prostitución que los gitanos buscaban en los ministros, subalternos de la justicia, para que los ocultasen a persecuciones casi siempre violentas y degradantes para aquellos que las disponían y contrarias a las inmensas ventajas que los españoles tuvieron en todos los sentidos para conservarlos muy inferiores a conseguir resultados provechosos valiéndose de artimañas y supersticiones de que tan lejos ha estado en todas épocas y en mayor grado a la que nos referimos. La religiosa y dócil ilustración de aquella nación no ha habido secta ni raza en el mundo que no nos presente pruebas palpitantes de lo que hemos dejado establecido puesto que para hacer adquirir rudimentos y educación y para corregir los vicios o malas ideas no es necesaria otra cosa antes de todo que sujetarlos a una regla de disciplina en que vaya envuelta la saludable y divina influencia de lo humano, ser con la educación que es la que preserva de todos los crímenes y hace abrir los ojos a la luz y por consiguiente a las acciones malas.
Estas consideraciones nos han sugerido el parangón entre las leyes de distinta naturaleza que rigieron a los gitanos y más que ninguna otra la promulgada por Felipe V en 1745 que disponía la persecución de los gitanos a sangre y fuego, con la ya copiada de Carlos III.
La completa ineficacia de aquella, si no estuviese probada por los hechos, lo estaría con las muchas veces en que fue reiterada y mandada cumplir hasta 1783, ya en 1746, ya en el 49 y ya en fin hasta poco antes de la fecha en que dijimos fue promulgada la de Carlos III.
Sin embargo estamos muy distantes de creer y ni aun siquiera pensar que las leyes anteriores a la de Carlos III hayan servido sólo para dar a alas a los que no las necesitan para volar, toda la vez que se dijera a un fin muy diverso; pero si hemos tomado nota en nuestros estudios sobre esta materia del notabilísimo hecho que desde el establecimiento de aquella ley, tan humana como fueron severas las anteriores, apenas si se oía nada de repugnante de los gitanos, dejando de figurar asquerosamente en la historia de España, así como la ley citada no hablaba de ellos como un pueblo distinto, la raza aún existe pero no es tan numerosa ni formidable como ahora cien años en que se les ponía la dura alternativa de la muerte o la persecución por persistir en sus profesiones o la esclavitud si las abandonaban.
La bendición del cielo ha recaído sobre la sociedad de un modo altamente acreedora al espíritu del siglo en que vivimos, pues las reformas de la raza gitana después de la ley de Carlos III que sirvió a ella de base, se ha cumplido en un grado superior, no por persecuciones ni verdugos, ni tormentos de inquisición, sino por la justicia y por la tolerancia.
El lector habrá tenido ocasión de ver en la secuela de nuestro artículo que considerando con atención todas las causas y motivos que dieron lugar a las leyes de los gitanos hemos llegado a la conclusión que propusimos respecto a la ley de Carlos III, cuyas previsiones y determinaciones se distinguen por su espíritu de justicia y de clemencia, causa sino la principal al menos la inmediata declinación del gitanismo en España.
Otras hubo en verdad no tan eficaces pero de alguna importancia y que no debemos dejar de consignar, como fueron las revueltas continuas, casi desde la fecha del reinado de aquel monarca hasta nuestros días, y mayoría de la actual reina Dª Isabel II en cuyos días se repite todavía por algunos el proverbial dicho que tuvo entre ellos principio al expedirse esa famosa ley que con razón creemos haber celebrado, de El Crallis ha nicobao la lirí de los calés. “El Rey ha publicado las leyes de los gitanos”.
Acaso se nos objetará en contra de lo que dejamos dicho en obsequio de una ley que consideramos sabia y prudente, que no por ella se ha conseguido hacer de un gitano un gran pintor ni literato, y que han seguido poco más o menos en los mismos bajos oficios que antes tenían, pero podrán quererse mayores ventajas que las de encontrar corregidas sus relajadas costumbres en lo general de su raza y hablar uno por cada tres o cuatro individuos que sepa leer y escribir, otros que son aptos para chalanes y arrieros y hasta capataces de cortijos, pues que unos hombres que han nacido de la indigencia y de la corrupción teniendo por únicos compañeros de infancia las mulas y los borricos, y por abrigo una choza miserable entre barrancos y montañas, ¿se les puede hacer un cargo por no saber manejar los pinceles de un Madrazo, la pluma de un Donoso Cortés o el cincel de un Piquer?...
Harto hemos conseguido cuando en poco menos de cien años otros tantos seres humanos se han convertido en sobrios honrados y útiles, en fin, a la sociedad en que nacen, después de haberles inveterado el pillaje, la depravación y la holgazanería, aún tenemos que lamentar algo de eso en muchas partes de los gitanos pero ojalá que no tuviéramos que lamentar también y con menos disculpa que ellos tienen, la maléfica influencia del pueblo que en parte manifiesta una idea singular en mantenerlo en ese estado. Por nuestra parte creemos que más bien que a presentar obscenas caricaturas ridículas, extravagantes e inverosímiles, las más veces en la escena dramática debe emplearse el talento de nuestros dramaturgos en corregir ese prurito de algunos desmoralizando una raza con la que no hay español particularmente andaluz que no simpatice.
Hemos recargado tal vez el cuadro de las mejoras que ha alcanzado la raza gitana a beneficio de la ley que a su fervor invocamos, pero en la prosecución de nuestro artículo procuraremos presentar con rasgos característicos, a la par que históricos, la justa modificación que ha obtenido y en el que hoy se encuentra, tal como hemos tenido ocasión de estudiarlo por nosotros mismos.
(Continuará)