viernes, 6 de abril de 2012

Sobre la jerga, la poesía y la historia de los gitanos (IX)

Penúltima entrada. El Faro Industrial de la Habana, 25 de septiembre de 1850, tomada de Tremendo asombro al peso, Vol. 2, de José Luis Ortiz Nuevo.

IX

Al concluir nuestro precedente artículo dijimos que el gitanismo no ha sido extinguido de España sino tan solo que ha recibido modificaciones muy provechosas, pero estas modificaciones añadimos hoy, han tenido efecto por el transcurso de los tiempos supuesto que para que las leyes hayan hecho algo de bueno después de 400 años en que ninguna clase de reforma se aplicó por la nación, es preciso que durante este periodo fuesen adelantados los gitanos hasta ponerse en estado de que surtiese buen resultado la ley de Carlos III por la oportunidad de la promulgación y de la aplicación de sus artículos con tanto o mayor motivo cuando hemos visto que se hizo proverbial entre ellos porque aplaudían esa ley con el dicho de El Crallis ha nicobao la lirí de los calés.
Así pues los gitanos abandonados a ellos mismos ninguna clase de leyes tuvieron por largos años para que se operase la declinación y morigeración de sus costumbres, cesando puede decirse así eventualmente la secta y confundiéndose sus restos con la población más baja porque seguramente ningún buen cristiano ni corazón filantrópico podrá desear la continuación o conservación de una secta cuyos principios fundamentales parecían ser el odio a todo el género humano y vivir engañando, pues que tal es todavía la práctica de los gitanos.
Es verdad, en general son pobres y lo son más por agradarles todavía vagabundear de feria en feria y porque no conocen grandes necesidades contando siempre con el auxilio de sus compañeros que estén en mejor fortuna, pues aún cuando su natural es ser egoístas, en las ocasiones de peligro o apremiante necesidad se ayudan unos a otros; así como también hacen causa común de la injusticia o desgracia que sobre alguno recaiga. Habiendo sucedido pagar uno quinientos pesos de multa por otro a quien se le había adjudicado una condenación judicial conmutativa con esa cantidad.
En el día son los gitanos deseados y aunque gocen tal vez de más comodidades que la gente de raza española no la manifiestan en el exterior de sus trajes y habitaciones. En el invierno usan los hombres una chamarra o chaqueta de pieles, y en el verano de género oscuro y el sombrero de alas grandes. Esto es lo que los distingue del resto del pueblo y en cuanto a las mujeres es más difícil reconocerlas por el tipo de su vestido si no es porque generalmente van en cuerpo sin mantas ni mantillas, como es la costumbre generalmente en las españolas. Lo único que gastan de particular no es más que el prurito de llevar grandes pendientes de oro o plata y la saya muy corta. Los hombres suelen usar faja de seda de colores y pantalón corto, este último distintivo es más general ya en los viejos.
Lo cierto es que el traje original de los gitanos, sean varones o hembras, se acerca algo al andaluz del pueblo bajo, que participa un poco todavía de los moros, vándalos y aún romanos, de quienes tienen muchas costumbres y acaso hasta sangre como no tengan la de los gitanos.
Estos son de un color bronceado amarilloso y de fisonomía muy marcada, mejillas prominentes, labios delgados, ojos muy vivos y negros, cabellos del mismo color y los llevan regularmente largos y muy lacios. Sus dientes son en extremo blancos. La expresión de su fisonomía es de altivez, vileza y astucia. Son de buena estatura, bien formados y sufridos para el trabajo, cuando hablan expresan mucho y afectan sus movimientos hasta causar risa, particularmente cuando se hallan poseídos de alguna pasión de venganza, celos, rencor u odio.
Las gitanas participan de las mismas cualidades y son sumamente flexibles en sus movimientos, con la diferencia que su aspecto es melancólico, hablan con continuas manotadas y echándose mano a una pequeña peineta con que se sujetan sus casi siempre descompuestos y largos cabellos; en fin todo en ellas indica su ardiente temperamento y el vigor de sus facultades corporales. Suelen a veces variar el traje que usan con arreglo al país o provincia en que habitan.
Muchas dificultades se han presentado para obtener un verdadero padrón de los gitanos en España, algunos creen que en el día llegue a seis mil el número de los repartidos en todas las provincias, pero según lo que nosotros hemos podido indagar ayudados de personas del país y amigas de observación, lo calculamos en cuatro mil, cuya tercera parte por lo menos reside en Andalucía.
Hemos expresado nuestra pobre opinión sobre la decadencia de esta raza, si ha sido el resultado de varias causas combinadas, de parciales cambios de hábito por la guerra o el hambre, o por el libre tráfico y trato con la población española. No tenemos motivo en que fundarlo por lo que nos abstenemos de hablar por conjeturas.
(Continuará)