Sexta entrada, publicada en El Faro Industrial de La Habana el 11 de septiembre de 1850, recogida en el libro Tremendo asombro al peso, Vol. 2 de José Luis Ortiz Nuevo
VI
La quiromancia o la adivinación supersticiosa por las rayas de la mano que los gitanos llaman buenaventura según la teoría ortodoxa es una de las cosas que han caracterizado o dado a aquellos un tipo más peculiar. El fundamento de semejante ciencia consiste en las cinco líneas principales de la mano de la persona que pretende saber su horóscopo. En la parte de la palma de ese miembro dichas líneas que tienen cada una su nombre propio, denominándose a la principal línea de la vida que son, si hemos de dar crédito alguno a los que sobre ello han escrito, ramificaciones del corazón, de las partes genitales, del estómago, del cerebro y de la cabeza.
Cuando un gitano quiere venir en conocimiento por esas líneas de la
buenaventura de algún curioso, observa con escrupulosa atención el color y la continuación de cada una de ellas en relación con el miembro correspondiente, de manera que si la línea se describe claramente verbi gratia y tiene un color muy vivo sin estar dividida o punturis infecta (manchada) denota una buena complexión y virtud en aquel miembro, lo que a decir verdad está de acuerdo con Aristóteles; así pues si la línea del corazón es muy clara y profunda sin estar cruzada por ninguna otra línea accidental, es una señal infalible de salud física y moral, y por consiguiente que el individuo es bueno y para todo lo que su madre lo crió y así mismo de las demás líneas en concordancia con los otros miembros que le pertenezcan con arreglo a la referida teoría.
No sin razón ha habido hombres eminentes que han escrito contra tan absurdas supersticiones, entre los que figura en primer término el humanista Don Martín del Río que con sus sabios discursos contribuyó a hacer desterrar la credulidad sobre asunto tan inmoral y fanático, pues que llegó la audacia hasta invocar por algunos malévolos y enemigos de la religión católica los textos de las Sagradas Escrituras: et cuasi signum in manu tu, y el otro lugar del Libro de Job: qui in manu hominis signat, ut norint omnes opera sua, o traduciendo a su antojo aquellos las palabras del Libro de la Sabiduría: in manibus as adscondit lucen... etc. etc.
No, no, nosotros sabemos muy bien no obstante los esfuerzos de unos pocos por hacer creer lo contrario, que en España fueron con justicia castigadas las gitanas casadas que son las que se ocupaban de tales artimañas, por haber empezado a descarriar ahora cuatrocientos años alguna parte de la población. Nosotros no damos ningún crédito a la quiromancia y creemos que las líneas de la mano tienen tan poca conexión o ninguna con los accidentes o causas secundarias de la vida humana o material, como con el estómago y la cabeza. No obstante Aristóteles en su calidad de gentil sabio tanto de las escrituras como los gitanos que podrían haber aplicado en su provecho tales adivinaciones aunque no fuera más que para libertarse de la miseria y las desgracias.
Y ya que hemos indicado ser la gitana casada la que en mayor escala ejerció ese poder hechicero, pemítasenos presentar algunos rasgos característicos de su tipo, porque en efecto es una especie de mujer muy singular, especialmente en la maña para atraer y excitar a lo malo, no siendo lo que menos el robo, en lo que despliegan gran orgullo y vigor de conocimiento con respecto a su marido e hijos. El lector, recordando en la gitana del drama El Trovador ese personaje, formará una idea de lo que llevamos dicho.
La gitana de alguna edad y madre de dos o tres chiquillos maneja al marido con la misma autoridad que aquellos se muestran elocuentes cuando quieren convencer, y de carácter cuando reprenden ejerciendo su influencia aún con los animales. Es una sibila sin creer en los augurios, es procuradora aunque no procura nada ni por nadie, canta con obscenidad sin sufrir obscenidades, y defiende lo que posee sin haber nadie más tentado a rapiñas cuando llega una buena oportunidad.
La quiromancia desde los tiempos más remotos se ha practicado en todos los países, no nos ha sido dado averiguar en dónde se le fijaron las reglas, lo más probable es que fue uno de los medios sagaces que adoptaron para emplear el fraude y el robo, sin existir acaso un pueblo más apto por naturaleza que los gitanos para ello.
Concluiremos este artículo con un rasgo de esa gitana que probará la astucia que tienen para poner en obra con buen éxito su robo y engaño:
Una gitana que residía en el barrio de Triana de Sevilla, famosa por sus hazañas, se dirigió un día a la casa de una señora rica, viuda y sin hijos, que era la más hermosa de la ciudad, después de saludarla con mil lisonjas acerca de sus bellezas y poner en juego todos los resortes de la diplomacia mujeril, le manifestó que como le había tomado tanto cariño no obstante que nada le hacía falta, le iba a revelar un secreto y era que en su casa tenía dicha señora un tesoro enterrado, que para hallarlo era preciso poner en práctica algunas hechicerías, porque el tesoro estaba encantado. “Estamos hoy a 18 de junio —añadió— y se necesitan cinco días, es decir hasta el 23, de modo que entretanto puede usted sacar sus alhajas y dinero escondiéndolo en donde le parezca y proveerse cinco o seis velas blancas o amarillas, yo volveré con una hermana mía para extraer las inmensas riquezas atesoradas que sobran para vivir muchos años gastando todo el lujo posible para dar envidia a un rey”. La viuda ignorante dio oído a las asechanzas de la pérfida gitana y se creía ya dueña de todo el oro de la Arabia y de la plata del Potosí.
Llegado el día fue igual la puntualidad de la gitana y su compañera al ansia y avaricia de la señora. “Ya usted sabe, —dijo a esta la gitana más vieja— que el oro llama al oro y la plata va adonde está la plata, nosotras bajaremos solas con las velas encendidas para empezar el exorcismo, deme usted la caja de sus alhajas y dinero para colocarla encima del lugar del tesoro”.
Puede figurarse el lector las súplicas y ruegos de la viuda, mientras que las gitanas bajaban y se detuvieron pocos momentos en el piso bajo de la casa, de repente se oyó un ruido como si hubiera veinte personas con las dos gitanas, y se entendían estas palabras: “¡Bendito sea San Juan!” “¿Cómo removeremos este tesoro tan escondido?” “Si lo encontrarás, si te tomas algún trabajo”, —respondía la otra gitana— desfigurando la voz y dando el acento de un niño, porque sin duda era San Juanito al que llamaban en su ayuda.
En fin, causándonos repugnancia seguir en esos detalles, el caso cierto que hemos referido para dar una muestra de la influencia magnética de la canalla gitana que al mismo tiempo que aprobamos la justicia de las leyes que tenemos dicho antes se publicaron para coartar la malignidad y dañosa influencia de sus inclinaciones y moralidad; diremos en resumen que la viuda fue robada en aquel engaño y farsa, aunque sabemos que después fueron quemadas las dos gitanas en la plaza pública de Sevilla, habiendo sido perseguidas y juzgadas con arreglo al tribunal terrible que entonces prevalecía.
Entre los crímenes que también cometía esta raza en aquella época, uno de los que más daño hacía y sirvió de causa para infamias y abusos de la ignorancia y la inocencia, fue el conocido por mal de ojo, que los gitanos llaman querelar nasula pero a pesar de todo jamás tuvieron entrada tales supersticiones más que entre las clases bajas del pueblo.
(Continuará)