lunes, 2 de abril de 2012

La jerga, la poesía y la historia de los gitanos (5)

Traemos hoy una nueva entrega de este artículo, la correspondiente al 10 de septiembre de 1850, tomada, como las anteriores, de la obra Tremendo asombro de José Luis Ortiz Nuevo.

V

Después que fueron subyugados y expulsados los moros de España residían éstos generalmente separados en corto número, particularmente en los arrabales de los pueblos y ciudades donde se mantenían vigilados y muchas veces perseguidos; con tales medios no llegó a extenderse el idioma árabe aunque su uso se prohibió enteramente, si bien entre ellos lo ejercían, con especialidad para sus ritos mahometanos, así es que hasta su completa expulsión continuaron más o menos como verdaderos moros, no modificando sino en la apariencia sus hábitos y leyes. A los lugares en que vivían se les llamó morerías.
De la misma manera fueron gitanerías o barrios de gitanos los lugares en que moraban la raza de que nos ocupamos, conservándose aún en algunos puntos esta palabra aunque no habite uno solo de ellos, como sucede en Oviedo en que hay un lugar conocido por gitanería, no obstante no existe memoria de ellos en ese pueblo.
El más exacto periodo en que formaron primero los gitanos esas colonias dentro de las ciudades no es muy conocido, las leyes sin embargo que previnieron abandonasen sus vidas errantes y vagabundas bajo penas de destierro y de muerte pueden darnos alguna luz.
Por la primera de dichas leyes publicada en tiempos de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, puede establecerse que sería aquella fundación en los años 1499, aunque otros aseguran que antes de esta época ya por temor a las persecuciones que padecían, ya también por animarles el natural deseo de mejorar su abyecta condición.
En esas gitanerías residían muchas familias pero siempre al modo gitano, ya sea con  relación a su miseria, ya en cuanto a sus relajadas costumbres con ningún temor a los hombres y mucho menos a Dios. Se veían pues los atezados chiquillos enteramente desnudos a las puertas de las casas, las mujeres preparadas a locuras de amor o diciendo la buena ventura, y los hombres agobiados del trabajo de herrería, vendiendo sus obras concluidas y animales domésticos robados por ellos mismos o sus cómplices. En tales lugares se albergaron los gitanos y en ellos también fue examinada la lengua de la romanía que como la de los árabes se prohibió bajo penas severas, empleando mil astucias para trasplantarla a distintas provincias y naciones.
Con todo la gran familia gitana continuaba siendo independiente en España por montes y por cerros, y procuraba salvar a la oprimida para que se le reuniera, pues no podía soportar las tiranías que contra ellos usaban, llegando hasta prohibirles el uso de su idioma, que trabajasen de herreros y que traficasen con caballos, en lo que hoy se ocupan libremente.
Semejantes prohibiciones de las leyes y aún acaso muchas más no habrían impedido nunca que una no muy pequeña parte de señoritos nobles gustasen de visitar con harta frecuencia a las familias, con quienes algunos de ellos llegaron a tener relaciones muy estrechas, y que naturalmente el principal atractivo no era otro que las muchachas gitanas; estas aunque de un exterior tal vez áspero y selvático son muy capaces de excitar pasiones ardientes, en particular en el corazón de aquellos que no son de su raza, por la esperanza del premio. No hay mujeres en el mundo tan licenciosas en gestos, bailes y cantos como son las gitanas, pero también es verdad que los visitadores se han  hallado con frecuencia un puñal en el corazón si han llegado a robar la prenda más preciosa que entre ellos se celebra.
Vemos por tanto que las gitanerías se fueron concluyendo ya por efecto de los tiempos, ya por la protección de los mismos poderosos, o ya en fin por el auxilio de los mismos que las componían.
A pesar de haber quedado sin uso las leyes prohibitivas a que nos hemos referido, la costumbre ha hecho que se observen por los gitanos de hoy día, aunque tolerando su infracción porque también es cierto que han degenerado favorablemente a su raza en muchos conceptos los caracteres que en la época primitiva sirvieron de base para corregirlos, lo que veo hoy que se consiguió con bastante latitud gracias a aquellas leyes oportunas en la época referida.
Esto nos lo pondrán aún más de manifiesto cuando en los artículos subsiguientes demos idea de otras costumbres y tipos característicos de la raza gitana, así como de otras leyes que concurrieron a la corrección que hemos dicho, y produjeron en aquella para   conseguir en unión de otras causas las mejoras que experimentan los gitanos, que hoy en las gitanerías se ha obtenido neutralizar sus salvajes y raras excepcionalidades, aunque conservando la parte útil y agradable, por decirlo así, que hace mirarlos como tipos de gracia a la par que de estudio, como lo manifiesta más que nada el gusto por las composiciones dramáticas que ha invadido la península, en que figuran personajes de la raza gitana, y en ocuparse de su historia y verídicas inclinaciones escritores ilustrados y que aman el estudio clásico de los usos, lenguaje y origen de los pueblos y sus distintas castas, sobre lo que tenemos la presunción de creer que ponemos nuestro pequeño y menos que ninguno corto influjo.

(Continuará)