domingo, 1 de abril de 2012

Sobre la jerga, la poesía y la historia de los gitanos (4)

Continuamos hoy con la cuarta entrega de este artículo. Corresponde a la edición del 7 de septiembre de 1850 de El Faro Industrial de La Habana, y, como las anteriores, está publicada en Tremendo asombro al peso, Vol. 2, de José Luis Ortiz Nuevo.

IV

De todas las tribus de gitanos que emigraron de su país natal y se repartieron por las naciones de Europa, la que de ésta ha conservado la raza primitiva gitana ha sido la nación española, pues las demás hicieron volver aquellas tribus a poco tiempo de haber pisado el nuevo suelo, a Hungría y a Bohemia, o se perdieron los pocos que quedaron acaso en el cruzamiento de castas, en cuyo particular han sido muy celosos los españoles.
Sea de esto lo que fuere, lo que hay de cierto es que en la península ibérica han quedado aquellos tipos más conservados, porque también la fertilidad de sus terrenos y otros motivos que más adelante tendremos ocasión de exponer, lo han querido así, por cuyas razones de conservación se han presentado mejores ocasiones para haber podido estudiar sus costumbres excepcionales, quedándonos la gloria, que así puede llamarse, de consignar para el futuro el retrato de ellas.
Y como que la rica y feliz Andalucía es sobre todas las demás provincias de España, la que brinda mayores recursos de subsistencia, en ella fue donde sentaron sus reales, por decirlo así, los gitanos, especialmente en los reinos de Jaén, de Granada y de Sevilla.  Uno de los que era todavía en la época a que nos vamos refiriendo, asiento del atezado moro, Andalucía tierra del caballo orgulloso y del corpulento e indomable mulo, tierra de las sierras salvajes y de las fértiles y bien cultivadas llanuras.
A esa Andalucía pues se dirigieron con ansia los gitanos en caravana de a treinta y de a sesenta, haciendo resonar en las piedras de sus colinas los cascos de las bestias de carga, bailando con voluptuosos ademanes las vivarachas doncellas y haciendo extender los más viejos la mano de la crédula zagala para decirle la buena ventura, mientras que los más jóvenes de entre ellos dijeran dos o tres palabras en caló para llamar la atención en su calidad de chalanes, colocados en posturas particulares sobre el suelo, ni más ni menos que como vemos en un barracón de negros bozales a todos o la mayor parte de estos.
En efecto, de todas las provincias de España, Andalucía era la más frecuentada por estas tribus de raza gitana y allí es, por consiguiente, donde abundan hoy en mayor número, no obstante que una no pequeña parte corre independiente y vagabunda por montes y collados, residiendo el resto en pueblos, en aldeas y aún en ciudades, con particularidad en Sevilla.
¿Acaso nos hayamos apartado algo del objeto que nos propusimos al comenzar este artículo? Pero nos parece conveniente, antes de seguir tratando de los primeros pasos de los gitanos en España, dar una idea aunque sucinta de los diferentes puntos en que se  hallan hoy diseminados, lo que será la materia de este artículo, para seguir en el  próximo tratando de las pequeñas colonias que formaron desde el tiempo de los moros.
Los gitanos en Madrid son ya muy contados y han perdido mucho de su tipo primitivo, residen regularmente en las cercanías de la calle de la Comadre, en el barrio del Avapiés; llegan generalmente de los muy contados que quedan en Valencia y hablan por consiguiente el dialecto de esa provincia. Su vida no difiere en lo material de la de sus hermanos de otros pueblos, se les ve algunos días en las plazas de los mercados de los barrios bajos, con un mulo o mula de mala muerte, o con un burro flaco y viejo, aunque muy adornado de cintas, y van a esos parajes dispuestos a hacer cualesquiera diligencia que se les encomiende, en particular en compra y venta de caballos, en lo que son muy inteligentes y avisados, a cuya ocupación se le da el nombre de chalán.
El que no haya visto en la feria de un pueblo de Andalucía arreglar un trato de caballos a un chalán gitano, puede decirse que no ha gozado de una de las más significantes expresiones de esta clase de hombres. Las mujeres no se entretienen en Madrid en otra cosa que en estafas y en vagabundear de calle en plaza y de casa en posada.
En Granada, que es el punto de Andalucía en que se encuentran acaso más gitanos, llaman a su jerga meligrana, la condición de éstos es miserable. Hacen continuadas excursiones a los alrededores para proteger a los contrabandistas y a los ladrones, sin embargo hay algunos que se ocupan en trabajos ordinarios de cobre o de hierro: tienen sus herrerías en unas cuevas y como regularmente trabajan de noche, al asomarse el pasajero a la entrada, parecen sus semblantes demonios enrojecidos por la claridad de la fragua.
Hay unas canciones gitanas que refieren la vida y muerte de un célebre gitano de Granada llamado Pintamonas, cuya historia referiremos en otra ocasión.
El barrio de Triana en Sevilla y el del Perchel en Málaga, han sido señalados desde tiempo inmemorial como de residencia exclusiva de los gitanos. En la primera ciudad particularmente hay un número prodigioso de ellos, tal vez más que en todos los demás puntos de España, a cuya raza se agrega la no menos pequeña de rateros y holgazanes. No en balde el inmortal Cervantes delineó tan gráficamente en su Rinconete y Cortadillo esos caracteres criminales y semibárbaros.
En otros pueblos como Córdoba y Cádiz, en que también existen una o dos docenas de familias gitanas, han modificado y corregido ya algunas de sus casi selváticas  inclinaciones, pero los del barrio de Triana, en Sevilla, son los que conservan no sólo un lenguaje casi primitivo, sino que son indomables en sus costumbres exageradas y ridículas. La mayor parte de ellos se dedican a la cría o cuidados de caballos cordobeses, o son domadores o esquiladores, o nuevamente cruzadores o apuntadores.
Debemos empero hacer justicia a algunos de esta raza, pues los ha habido y aún hay que se dedican a artes y oficios más elevados como librero, albañil y carpintero, aunque a decir verdad no hemos conocido a ninguno en España, pues en Cádiz únicamente hemos visto a uno de vendedor ambulante de efectos de escritorio. Creemos que aquellos que se dedican a esos oficios indicados antes, sería en épocas algo remotas y tal vez no de pura sangre gitana.

(Continuará)