Anoche se cumplían exactamente 6 años desde aquel 1 de diciembre de 2005 en el que Isabel presentó en la Sala Turina de Sevilla un boceto de La puerta abierta, el espectáculo que estrenaría en la Bienal de Flamenco de 2006. Poco después escribíamos en nuestra Historia del baile flamenco [1]:
En 2006, también en la Bienal de Sevilla, Isabel estrena La puerta abierta. Un montaje que hace honor a su título. Como ella explicó en rueda de prensa, pretende ser “una puerta abierta a la inspiración, a los duendes, a los sentimientos”. En suma, “una puerta abierta a la libertad”, porque, como ella también dijo, “yo me siento libre en el escenario”. Eso es lo que es: la expresión de sí misma, el ejercicio de bailar como le gusta y lo que le gusta. Y eso es lo que ella hace sobre las tablas: baila flamenco, baila a Bach, y se marca un pasodoble –¡Ay, Triniá!– con su cantaor. Da toda una lección de baile: delicadeza, exquisitez, imaginación, dulzura, sensualidad. Le cantan Tía Anica la Piriñaca, Manuel Agujetas y Miguel Poveda. Voces de ayer y una extraordinaria voz de hoy. La música es de Jesús Torres y la escenografía y la dirección escénica es de Pepa Gamboa. La puerta abierta fue premiada con el Giraldillo al mejor espectáculo presentado en la Bienal.
Desde entonces acá, La puerta abierta se ha consolidado no solo como una pieza clave en la trayectoria artística de la Bayón, sino como un hito en la historia reciente del baile flamenco. Una pequeña joya coreográfica en la que Isabel se asoma repetidamente al pozo de la pena por martinete, alfa y omega de la obra —“Que yo ya no soy quien era, ni quien deseaba ser; yo soy un mueblecito viejo arrimaíto a la pared”—, grito de dolor y desamparo que invade hasta los territorios del júbilo —“¿A quién le voy yo a contar mis penitas?”—, paralizando por unos instantes el baile por alegrías que nos embriagaba. Isabel, paradigma de la nueva escuela sevillana, nos seduce por milonga y nos sorprende con un pasodoble —¡No se puede poner más flamenquería en un pasodoble!—.
Inevitablemente, la obra resulta disminuida en el escenario de la Sala Turina con respecto a la que vimos en el Teatro Central en 2006. Se empobrece el juego de luces y se pierde casi todo lo que sucedía tras esa puerta abierta. Lo que no disminuye en nada es el baile de Isabel Bayón. Anoche volvimos a disfrutar de la sutileza, la sensibilidad y la imaginación que pone en cada paso y del embrujo de unos brazos y unos hombros desnudos que hablan y bailan por sí solos. La acompañaron David Lagos al cante, Jesús Torres a la guitarra y Joselito Carrasco a la percusión.
Fecha: 1 de diciembre de 2011.
Lugar: Sala Turina de la Fundación Cajasol.
[1] . Véase Historia del baile flamenco, Vol. 4, Signatura Ediciones, Sevilla, 2009, pág. 157.