miércoles, 27 de octubre de 2010

La Argentinita en Murcia

En el Teatro Ortiz de Murcia se anuncia la actuación para esta noche de La Argentinita y Pilar López (El Liberal, sábado 28-11-1925, p.3). Actuarían sábado y domingo. Del paso de La Argentinita por Murcia conservamos la siguiente y esclarecedora entrevista:

    LAS GRANDES ARTISTAS. HABLANDO CON LA ARGENTINITA. El mejor feminismo
    ¿Dónde está el adjetivo único, ignorado, bajo del cual se cobija a la “Argentinita” en su doble aspecto de artista y de mujer? Porque tan sugerente y fino como su arte es esa concepción precisa y femenina que Encarna López tiene de la vida; pero de una vida, no a la manera corriente, sino la de quien ha sabido fundir y ponderar dos cualidades en apariencia antagónicas, mas de cuya armonía depende el triunfo: saber ser del público sin perder el equilibrio del mundo interior, del “reino interior”.
    Por otra parte, la simpatía y gracia superior que emanan de esa serenidad tiene en la “Argentinita” otros encantos: el ser mujer y bella.
    Su arte, que ha sabido encarnar delicadamente el alma andaluza, sin chocarrerías ni desplante de bailarín de cafetín, como quien ha buscado en Albéniz el melodioso y vivo ritmo de sus danzas, le da su norma, inquebrantable y firme, a lo largo de una existencia predestinada para él.
    -Yo tengo el orgullo –dice- de haber sido la primera artista que ha danzado las insuperables composiciones del maestro de “Granada”. He consagrado a él buena parte de mis cualidades. Debuté con “Serenata” y siento predilección por “Sevilla”, “Cádiz”, “Córdoba”... Aquí bailé la Suite número 5.
    -Maravillosamente, “Argentinita”.
    -Sin embargo, me placen también todos aquellos motivos argentinos –nací en Buenos Aires- que puedan proporcionar a mi arte ocasiones de manifestarse.
    -Todo eso –le pregunté- ¿la absorbe por completo o le deja tiempo para...?
    -¡Oh! No –dijo ella, comprendiendo-. Mi tiempo es mío. Sigo con muchísimo interés el movimiento del mundo literario y artístico. Blasco Ibáñez, Baroja, Pérez de Ayala, Valle-Inclán son, entre los españoles, mis novelistas preferidos. De los otros, Loti, Anatole France y Eça de Queiroz, Antonio y Manuel Machado me proporcionan grandes recreos espirituales. Y ¡E. López Alarcón! De los que se fueron, siendo tan diferentes, Gabriel y Galán y Rubén Darío. Alfredo de Musset me encanta.
    La literatura extranjera gusta de leerla y sentirla en el idioma en que fue escrita.
    -Por esto –dijo- aprendo ahora el inglés. ¿Literatura antigua?: El Quijote.
    -¿Y en pintura?
    -Velázquez. Goya me desconcierta, me produce extrañeza y asombro. El Greco me causa miedo. Romero de Torres, los Zabiarre... En cuanto a impresionistas, cubistas, futuristas, etc., tanto en pintura como en poesía, son producto del momento. Como el fútbol. Jamás estuve en ningún partido.
    -¿Inquietudes espirituales?
    -¿Quién no las tiene? Sabemos tan poco de todo...
    -¿Es usted religiosa?
    -Sí. Pero ¿qué hay después? Recuerde usted “Lo fatal” de Rubén. Su sinceridad, en aquel momento, le hizo dudar de todo. Esa es la ingenuidad, la de no saber. Sin embargo, de todas las religiones, la de Cristo parece ser la más pura, la más elevada. Pero la de Cristo; ya usted me entiende.
    En tanto, la “Argentinita” habla con animación de pájaro. La viveza de sus ojos, un momento no más velada, y la cautivadora precisión de sus ademanes, hacen desear la paralización absoluta de todos los relojes.
    ¿Suele ser así la artista? –me pregunto. Fuera de la experiencia, casi siempre triste que sacan de la vida, y que les proporciona cierta energía espiritual, nada en ellas manifiesta que posean orientación alguna. No así la “Argentinita”.
    La conversación, de un tema a otro, ha llegado hasta la cuestión del feminismo.
    -El enemigo de la mujer –dice la “Argentinita”-, como ha observado Benavente, es la mujer. Somos más propensas a la envidia que los hombres. Ese es nuestro más lamentable defecto. Cuando a una mujer le ocurre una “desgracia”, nosotras somos las primeras en despreciarla. Tal vez sentimos una alegría íntima de que haya sido así.
    -Como nosotros, cuando se trata de los hombres.
    -Sí; pero una mujer necesita más del amparo porque no puede honorablemente elegir más que un camino: el matrimonio. A veces se casan por eso, forzadas por la naturaleza y el prejuicio, pero sin voluntad. Y la mujer, como el hombre, debe tener el derecho de elegir libremente. Esto no quiere decir la igualdad absoluta. El “feminismo” radical es una necedad. Y tenemos la culpa las mujeres, porque... casi todas las feministas extremadas deben de ser muy feas.
    -¿Por qué?
    -Pues porque no saben apreciar lo que valen las cortesías, las atenciones, las delicadezas que los hombres acostumbran a dispensar a las mujeres, sobre todo si son jóvenes y bonitas. ¿Qué le parecería a usted si una mujer tuviese que echarse la maleta al hombro como cualquier mozo de cuerda? Siempre habría algún hombre que se lo impidiese. Pero esto no lo estiman las feministas.
    -Entonces, ¿cuál es la solución?
    -Un poco de educación social a la mujer. No creo que sea, intelectualmente, inferior al hombre. Vea usted, por ejemplo, una niña y un niño. Casi siempre aquélla es más inteligente que éste. Pero mientras que al niño le instruyen, le abren horizontes, a la niña la reducen a coser, barrer y guisar. Si se queda soltera y sin patrimonio, no tienen ninguna defensa en la vida.
    -Cierto.
    -Luego lo que hay que hacer es ponerla en camino de defenderse honradamente y si llega al matrimonio ya  no será una concubina legal, sino una compañera del hombre, en carne y en espíritu. Mas para esto, ella elegirá libremente...
    Ésa es la “Argentinita”, lector. Una mujer que sabe ser mujer y artista, que sabe ser del público sin alejarse de su “reino interior”.
    Hablamos de otras cosas, y siempre su criterio justo, delicado, deliciosamente femenino, tiene una respuesta serena y oportuna.
    -¿Mi hermana? Hace tres años que debutó y tanto ella como el público y yo estamos mutuamente satisfechos. Ahora vamos a Madrid, al Romea, y de allí a París, al Empire.
    Nos despedimos. Conservo de la “Argentinita” un agradable recuerdo; pero tengo el dolor de no saber qué opina ella de las bofetadas que Carlos Esplá  propinó al “Caballero Audaz”.          
Agustín INIESTA.
El Liberal (Murcia), año XXIV, nº8322, miércoles 2-12-1925, p.1.