No
hay nada espectacular en el toque de Juan Carlos Romero. Ni tiene por
qué haberlo. No es lo suyo. La composición musical en él es un
acto de recogimiento. Inspiración y sinceridad. Casi una experiencia
mística. Nota a nota, un acorde tras otro, va desgranando recuerdos,
sentimientos, vivencias...
Foto de archivo |
Así fue el concierto que dio anoche en el
Teatro Central y así es el disco que presentó, Paseo de los
cipreses. Un paseo por el pasado y unos brotes de vida. Un
homenaje a quienes, de una o de otra forma, le han ido haciendo como
músico y como persona. Gente que ya no está aquí —“gente”,
como él dijo, “que le ha dado mucho”—:
su padre, Niño Miguel, Enrique Morente, Antonio Moreno, Félix
Grande y Paco de Lucía.
Y todo envuelto en estructuras flamencas:
taranta, bulería, granaína, tangos, rumba, fandangos... Ecos
conocidos y sonidos nuevos, como el vals y muy especialmente el que
titula “Se canta lo que se pierde” (Tema libre en el programa),
inspirado en Antonio Machado y epítome del concierto.
Con
él estaban Paco Cruzado (segunda guitarra), Carmen Molina (cante),
Agustín Diassera (percusión), Los Mellis (palmas), José Carlos
Roca (cello) y, como artista invitado, José Valencia. Entre todos
hicieron música para saborear sin urgencias.
José
Luis Navarro