Llevar
a un escenario los amores de Federico García Lorca con Francisco
Ramírez de Lucas, “El rubio de Albacete”, es un reto plagado de
espinas. Desde luego, encarnar a Federico y revivir mediante el baile
sus sentimientos y sus vivencias es un desafío que raya en la
osadía. Pero si para revivir los amores de un hombre por otro
hombre hacen falta muchas agallas, si ese hombre es un poeta de la
sensibilidad de Federico el atrevimiento raya en la imprudencia.
Porque el baile de Morales descansa básicamente en la limpieza de
sus zapateados y en sus figuras masculinas—no
nos gustó sin embargo esa forma de encoger los hombros repetida en
exceso—, es decir, un baile
plenamente varonil. Creo que para personificar a Lorca le faltó
sensibilidad y sutileza, especialmente en la granaína.
Para
acometer esta atrevida aventura David Morales se inspira en la
reciente novela de Manuel Francisco Reina, Los amores oscuros
(TH Novela, 2012), en
textos lorquianos y músicas flamencas —lástima
que, especialmente en la primera parte, el volumen de la megafonía
resultase algo estruendoso—.
Cuenta además con el bailarín contemporáneo Iván Amaya para dar
vida al amante del poeta. Morales y Amaya, hombre y mujer, bailan
insinuando detalles de la relación amorosa de la pareja —las
imágenes proyectadas como telón de fondo son mucho más
explícitas—. Baile de
hombre en Morales y sinuosidades femeninas en Amaya.
Comienza
la obra, tras la lectura en off de “Herido de amor”, con un solo
de Morales que va del martinete a la bulería por soleá, pasado por
la granaína. Los amantes se encuentran por tientos y celebran sus
esponsales por tangos y fandangos. Clara Montes pone voz a los versos
que Lorca dedicó a “Aquel rubio de Albacete” y que tanto tiempo
han permanecido ocultos. Morales baila por alegrías. La petenera anuncia
la tragedia enmarcada en navajas y manos asidas a barrotes
carcelarios. La obra se va acercando a su final con Anda, jaleo
y cierra con Requiem por Federico de Rafael de León
recitado por Esperanza León.
Morales
contó también para poner en pie Muerto de amor con la
inspirada música de Daniel Casares —la
interpretaron la guitarra del propio Casares y las de Gaspar
Rodríguez y Víctor Torres, las voces de Esperanza León, Kiko Peña
y José Montoya, el violín de David Moreira y la percusión de
Guillermo Ruiz—, con el
baile de Noelia Sabarea, excesivamente bronco y escasamente femenino, poco aportó al espectáculo, y con la puesta en escena de Juan
Estelrich, imaginativa y con un original ciclorama de fondo y panel
semitransparente en primer plano.
José
Luis Navarro