El baile flamenco es una llama interior que quema las
entrañas, que obliga a moverse, a girar, a zapatear. Se ajusta a determinadas
estructuras rítmicas, pero hay que domeñarla, hay que conducirla para que no se
desborde. Para eso está la técnica. Sin ella, la manifestación de ese fuego no
pasaría de un alocado alboroto. Es además un sentimiento que no entiende de
nacionalidades ni de razas. Unos lo llevan dentro y lo sienten y otros no.
A Yamuna Henriques ―alemana con raíces portuguesas―, ese
fuego la domina y ella se deja llevar y nos contagia. Tiene la técnica precisa
para crear belleza del trance. En Gabriel Aragú ―chileno― predomina la técnica.
El fuego interior le calienta, pero no le abrasa. Busca los caminos del arte desde la frialdad del laboratorio. Apolo vence a Dioniso. Los dos, sin embargo, nos bridaron anoche un espléndido concierto.
Primero, Pau Marzal ―valenciano― a la guitarra y Roberto Spano ―italiano― a la pandereta hicieron una zambra con regusto árabe.
Para cerrar el concierto Henriques y Aragú hermanaron el
fuego dionisíaco y el empeño apolíneo y le pusieron formas a la serrana.
El público, que abarrotaba el local, se les entregó sin
reservas desde el primer momento.
José Luis Navarro
Lugar: La Caja Negra (Sevilla).