Hemos
perdido a otro amigo al que tantos le debíamos tanto. Recuerdo cuando cayó en
mis manos su Memoria del
Flamenco. Estaba yo entonces preguntándome qué sería eso del cante jondo y
tengo que confesar que me sedujo con su gitanismo militante. Pero es que Félix
escribía tan bien... ¿Quién se podía resistir a sus palabras, tan precisas, tan
poéticas? Sus argumentos, como sus conferencias, siempre estaban perfectamente
estructurados. Y luego, para terminar de convencernos, estaba su voz, varonil,
caliente, bella. Sé que debo a su defensa el Premio Demófilo ―estas cosas
siempre terminan sabiéndose por muy secretas que sean las deliberaciones de un
jurado― y no me extraña. Sus razonamientos resultaban siempre convincentes
envueltos en sus palabras y dichos con ese rostro suyo que irradiaba bondad.
Después tuve la suerte de compartir con él jurado en algún certamen y pude comprobar
la justeza de sus fallos ―pocos sabían tanto como él de guitarra―, ajenos a
cualquier tipo de conveniencias políticas. Félix, un poeta tan importante, era
sin embargo, una persona sencilla, afable, cercana. Te vamos a echar mucho de
menos. Descansa en paz, amigo.
José Luis Navarro
Demasiado pronto
Uno siempre tiene la sensación de que la muerte llega
demasiado pronto cuando le llega a alguien cercano. Y es que, como en tu caso
Félix, hay gente que debería ser inmortal para seguir sirviendo de referencia a
los que se quedan. Tú has sido la gran estrella poética del flamenco y los
innumerables cursos que has dirigido han ido abonando la semilla del flamenco
por doquier. En ellos, aparte de los contenidos programados, el verdadero lujo ha
sido siempre escucharte a ti, sentir tu visión poética, palpar tu enorme sensibilidad
humana, admirar tu sobrecogedora fuerza y maravillarnos con tu arte, que
sobresalía inevitablemente por encima de
todo. Gracias por el impagable privilegio de compartir mesa contigo en algunos
de ellos.
Adiós Félix, amigo, paisano y maestro, ya te estamos echando
de menos.
Eulalia Pablo