Hoy comienza en el Teatro Central lo que pomposamente ha
sido denominado "I Muestra de Flamenco". Desde luego, son unos
términos bastante engañosos. En realidad, se trata de una selección de los
artistas y sus espectáculos ―recitales más bien― que estaban dispuestos a
"ir a taquilla", es decir, a cobrar en función de lo que se obtuviese
en taquilla.
Es una fórmula con una larguísima tradición en el mundo del
espectáculo que dio buenos dividendos a los artistas que supieron ganarse el
favor de los públicos ―con ella Valderrama se hizo terrateniente― y que viene a
paliar la pésima situación económica de unas administraciones empobrecidas
por banqueros y sindicalistas sin
escrúpulos y políticos tan corruptos como ignorantes, y que encima pagamos con
nuestro dinero.
Para esta "Muestra" la Junta se limita a poner a disposición de
los artistas unas instalaciones apropiadas. Es una
salida con la que estamos plenamente de acuerdo. Por un lado, se le saca rendimiento a los
teatros públicos y se da la oportunidad a quienes sean "valientes" de
vender su arte en unos locales que son de todos. Aunque, desde luego, para este
viaje no hacía falta que fuese un año de descanso en la Bienal de Sevilla. Se
puede y se debería hacer en cualquier momento y en cualquier rincón del
mapamundi.
Pero, evidentemente, la Consejería de Cultura no puede
limitarse a esto. Si fuese así, sobraban desde la misma Consejería hasta
el último empleado de sus Agencias o Institutos. Hay que ayudar a los que
empiezan en su lucha por abrirse camino en este mundo y, por supuesto, ayudar a
esa criatura que llamamos Flamenco a que crezca, evolucione y se enriquezca, a que pueda llevar a los escenarios todo cuanto su imaginación sea capaz de idear. Y
eso requiere estímulos económicos. Al menos, una parte de lo que nos quitan
cada mes a los afortunados que cobramos de una nómina.