martes, 24 de septiembre de 2013

Javier Barón abre la I Muestra de Flamenco

Javier Barón obró anoche el milagro de trasportarnos con su baile a una hipotética Bienal, es decir, a un espacio donde reina la imaginación y el arte. Porque arte e imaginación fue lo que derrochó el alcalareño sobre las tablas del Teatro Central. Fue escueto y preciso para bautizar su nueva criatura: "Barón... y la música". Música y baile. La esencia de todo espectáculo de danza. No se necesita más. Y no es que Barón no haya montado espectáculos llenos de contenido en su ya larga trayectoria como bailaor. Baste recordar su Baile de hierro, baile de bronce (2000) con el que rindió homenaje a Vicente Escudero, Dime (2002), un desenfadado divertimento dedicado a Federico García Lorca, o el más reciente Vaivenes (2010) con recuerdos de su juventud. Pero Javier sabe que al final lo que perdura es el baile. Lo que emociona es el baile. Lo que queda grabado en la retina del espectador es el baile. Y eso es lo que ofreció anoche: bailes que le han emocionado al crearlos y bailes que le han hecho sentir cómo los acogía el público.


Con ellos nos cautivó una vez más. Fue un muestrario de pasos, de manos, de pellizcos. Toda la riqueza del baile flamenco plasmada con esa elegancia varonil que lleva su sello. Toda una lección magistral para los que empiezan. Todo un goce para los que gustan del baile. Empezó con una seguiriya en recuerdo de Vicente Escudero, su creador. Siguió por tangos. Nos encandiló con una farruca. Hizo un remate por guajira a la guitarra de Patino y remató con largueza por soleá por bulerías.


Javier vino además muy bien acompañado para poner la música que requería el recital. Javier Patino a la guitarra, José Valencia al cante, Alexis Lefèvre al violín, José Carrasco a la percusión y Raúl Rodríguez con el tres cubano. Fue todo un regalo para el público. Gracias, Javier.
José Luis Navarro