miércoles, 13 de junio de 2018

La "Carmen" de Ullate


Víctor Ullate se lo pensó muy mucho antes de decidirse a montar su Carmen. Sabía que ya habían nacido muchas Cármenes, tanto en la danza como en el cine, y algunas de extrema calidad —destacan la de Roland Petit para Les Ballets de Paris, la de Alberto Alonso para el Bolshoy Ballet, la de Mats Ek para el Cullberg Ballet y la de Salvador Távora, para nosotros una de las mejores—. Luego, una noche, solo, en una playa canaria, en la isla de La Graciosa, escuchando a Bizet, Ullate soñó su Carmen y se puso manos a la obra. Quería una Carmen distinta, “una Carmen del siglo XXI”. Y eso es lo que engendró.

La Carmen de Merimée era una desvergonzada y caprichosa cigarrera trianera que volvía locos a los hombres. La de Ullate es una mujer de doble vida. Por el día es una modelo de alto standing que luce las mejores galas y que por la noche trabaja en un puticlub.

A mí estas cosas me parecen propias de un caradura que, a falta de mejores ideas, se apropia de una obra avalada por la mejor tradición para hacer con ella todas las barrabasadas que se le ocurran. ¿Por qué no la ha llamado Lulú? Habría sido así su Lulú y nadie habría tenido por qué compararla con ningún otro personaje real o de ficción. Claro que esto habría tenido un gran inconveniente. Habría tenido que prescindir también de las partituras de Geoges Bizet y eso ya es harina de otro costal. Y es que no está al alcance de cualquier músico componer unas páginas musicales de la belleza de las del compositor francés. Porque lo que ha hecho Pedro Navarrete, el autor de la versión musical de Ullate, ha sido entrar a saco en la obra de Bizet, escoger algún que otro pasaje célebre y cometer toda clase de tropelías.


Pero, ¿tiene algo bueno esta Carmen de Ullate? Hombre, salvadas, o mejor, ignoradas todas las cuestiones de principio, en términos generales, se puede decir que la obra del bailarín y coreógrafo aragonés, sin ser en absoluto nada excepcional, resulta entretenida y tiene momentos aceptables, incluso excelentes. Sin duda lo son los pasos a dos de Lucía Lacarra y Josué Ullate. Por otro lado, divertidos son también algunas evoluciones, que no todas, del magnífico cuerpo de baile. Y pare usted de contar.

                                                                                                       José Luis Navarro