Rosario
Guerrero “La Tremendita” (Triana, 1984) lleva el Flamenco en los genes.
Flamenco es su padre, José el Tremendo. Flamenca era su bisabuela, Enriqueta la
Pescaera. Flamenca era su tía abuela, La Gandinga. Desde bien niña canta
Flamenco. Se ha hecho cantaora en peñas, festivales y concursos. Ha cantado
atrás y alante. Nadie le puede negar su conocimiento de los cantes.
A sus
treinta y pocos años ya ha recibido importantes reconocimientos en el mundo del
flamenco. En 2002 logra el Premio Joven en el Festival “Antonio Mairena”. En
2004 se hace con el Premio Nacional Manolo Caracol del XVII Concurso
Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. “A tiempo” (2010), su primer trabajo
discográfico, recibe el Premio Flamenco Hoy al Mejor Disco de Cante Revelación
y “Fatum” (2013), su segundo, es finalista en los Grammy latinos en la
categoría de Mejor Álbum Flamenco.
Pero La
Tremendita es una persona inquieta y valiente que no se conforma con repetir
una y otra vez los mismos sones y las mismas melodías de siempre. Le bullían
otras músicas y otros sonidos en la cabeza y se decidió a dar un paso adelante,
a experimentar con ellos. Tenía y tiene todo el derecho del mundo, porque el
arte no es, ni debe ser, una mordaza. Y jugó con la música electrónica. Le
gustó. Y acopló lo que ella sabía y dominaba, el Flamenco, a esos sonidos. Y
nació “Delirium tremens”. Fue, en palabras suyas, “un placer prohibido”, al que
ha dedicado los últimos 4 años. Durante ellos ha recorrido un camino que, según
ella, va del Caos y su aceptación (Fuga) al Tedeum o celebración jubilosa,
pasando por el aprendizaje (Ahínco).
En el Teatro
Central, acompañada de sintetizador y guitarra eléctrica y la presencia física de
dos extraordinarios músicos, Pablo Martín Jones (batería) y Pablo M. Caminero
(contrabajo y bajo) y la participación en un par de temas de José Acedo
(guitarra), presentó este singular trabajo. Ella hizo, a su manera, taranta,
fandangos abandolaos y de Huelva, soleares alfareras, un polo con aroma y
estribillo caribeño, pasodoble, serrana, tangos con dos tercios de mariana, un
cante arromanzado, unos tientos apenas reconocibles y unas bulerías para cerrar.
Unos temas
absolutamente personales en los que ella demostró sus excepcionales dotes como
cantaora —conocimiento de los estilos y una sin par afinación, no así la
vocalización— que llevan el Flamenco a una nueva dimensión: un Flamenco
electrónico con una peculiar sonoridad que, para nosotros, se aviene mal con
los sentimientos que el Flamenco transmite, ya que los enmascara y ahoga en un
entorno musical ensordecedor.
José Luis Navarro
Fotos: Remedios Malvárez