domingo, 10 de diciembre de 2017

Rafaela Carrasco reivindica a la mujer


Nacida sombra es un homenaje a la mujer. A cuatro mujeres que, cada una a su manera, quisieron ser libres y sobresalieron en una sociedad regida por hombres. Lo hicieron en un momento histórico —nuestro Siglo de Oro— en el que el papel de la mujer estaba limitado a ser esposa, madre o religiosa. Las encarnan sobre las tablas cuatro bailarinas flamencas. Rafaela Carrasco hace de Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582), para unos Teresa de Ávila y para otros Santa Teresa de Jesús, religiosa y escritora. Una mujer emprendedora que fundó la Orden de las Carmelitas Descalzos y soñó otros mundos. Florencia O’Ryan es María de Zayas (1590-1661), una escritora que por encima de todo ejerció de mujer en los salones, ambientes e intrigas cortesanas. Carmen Angulo revive a Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana (1661-1695), una mejicana que cambió su nombre por el de Sor Juana Inés de la Cruz cuando profesó como monja jerónima y dedicó su vida a leer y escribir, para ver al fin condenada su obra. Paula Comitre es María Calderón (1611-1646), la popular Calderona, una actriz que lució su garbo en los corrales de comedias y que fue amante de muchos, entre otros, el monarca Felipe IV y que, precisamente por eso, terminó encerrada en un convento. Las cuatro terminaron sus días alejadas del mundo.


Unas cartas imaginarias —idea de Álvaro Tato, autor de la dramaturgia—, leídas a la luz de cuatro lunas por Blanca Portillo, reivindican y nos acercan a sus cuitas y sus afanes. Unas cuitas y unos afanes que Rafaela, Florencia, Carmen y Paula bailan en la caja negra del escenario. Las cuatro hacen un baile que recuerda el pasado —folías, chacona, romance, danza de Marizápalos, villancidos—, vive el presente —la escobilla de las cantiñas de Rafaela fue impresionante— y se asoma al futuro —braceo y movimientos a veces contemporáneos—. Un baile que se ajusta en los solos a la idiosincrasia de las mujeres representadas y que Rafaela ha sabido adaptar a la personalidad artística de cada una de ellas: Rafaela-Teresa por soleá, Florencia-Zayas por seguiriya, Carmen-Juana Inés por guajira, Paula-La Calderona por tangos. Un baile, unas veces más místico, otras más sensual. Un baile de grupo a veces individualizado, otras más uniforme, pero siempre exquisito, en el que todas estuvieron realmente espléndidas. No entendemos, sin embargo, por qué Rafaela hubo de distinguirse vistiendo de rojo, salvo su condición de directora y coreógrafa, pero eso, desde un punto temático, no creemos justificase la diferencia.


Con todas ellas, apareciendo y desapareciendo de escena, estuvieron las voces de Antonio Campos y Miguel Ortega y las guitarras de Jesús Torres y Juan Antonio Suárez. La composición musical que describía textos y situaciones la firman Antonio Campos, Jesús Torres y Pablo Suárez.