sábado, 2 de diciembre de 2017

La poesía flamenca de Lutgardo García


Ludgardo (Sevilla, 1979) es médico y poeta y desde bien chico ama el Flamenco. Como poeta, consiguió en 2014 el accésit del Premio Adonais de Poesía por La viña perdida y un año después el V Premio Iberoamericano de Poesía “Hermanos Machado”  por  Lugar de lo sagrado. A gala lleva también haber sido pregonero de la Semana Santa sevillana.



La llave misteriosa (Editorial Renacimiento, 2017) es un conjunto de textos poéticos que reconstruyen, reescriben y describen los recuerdos y las emociones que Lutgardo ha vivido y sentido gracias al flamenco. El poeta ha crecido escuchando a cantaores y cantes antiguos. Ellos han sido para él las llaves mágicas, las llaves misteriosas, que le han abierto las puertas de sus propias memorias, de sus propios sentimientos.
En el libro hay anécdotas y hay ensoñaciones. Historias que él ha escuchado a sus mayores y visiones y fantasías imaginadas. Por sus páginas desfila la plana mayor del cante que algunos llaman puro. Ahí están, entre muchos otros, Manuel Torre, Juan Talega, Tomás y Pastora Pavón “La Niña de los Peines”, El Marrurro, Juanito Mojama, Don Antonio Chacón, Isabelita de Jerez, Manuel Vallejo, El Gloria, Joaquín de la Paula, Agujetas, Chano Lobato, José Menese y un recurrente Antonio Mairena. A esos festines de música añeja asiste también algún cantaor actual de ecos vetustos, como José Valencia, algún bailaor de tronío, como Antonio Ruiz Soler y su martinete, algún portento de las seis cuerdas, como Sabicas, o nombres ilustres del toreo, como Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordónez, Rafael el Gallo y Manolete. Y no faltan esas efemérides que jalonan la historia del Flamenco: el Festival de 1962 en Córdoba y la Llave de Oro, el fusilamiento de Federico García Lorca o la “Razón incorpórea” mairenista.

Lutgardo hace inesperadas conexiones: Juanito Mojama—Rainer María Rilke—Doménikos Theotokópoulos El Greco;  Manuel Vallejo—Johann Sebastian Bach—Diego Velázquez—Juanelo Turriano;  la cogida y muerte de Manolete en Linares un 29 de agosto de 1947—la llegada de Eva Perón a España un 13 de julio de 1947—la explosión de un polvorín en Cádiz un 18 de agosto de 1947—una actuación de Manolo Caracol y Lola Flores en Zambra un día cualquiera de 1947. Hay también audaces comparaciones: Diego El Marrurro y Jonás; la Llave de Oro del Cante y el santo Grial; Antonio Mairena y el Rey Arturo; Juan Moneo “El Torta” y Job; y repetidas referencias a poetas y personajes mitológicos:  Hesíodo, Lorca, Ulises, Anubis, Osiris,…
Recurre a menudo a insospechadas metáforas. Aquí y allá surgen sorprendentes figuras retóricas: José de Paula “con los reptiles ojos de su angulado rostro”; Caracol, “poderoso saurio de pies planos”; a Tomás Pavón “lo esperan unos cuantos apóstoles para ver renacer  la tragedia de su verdad cantada”; Antonio Mairena “desempolvó legajos de tonás primitivas”[1]
Completan el libro unas semblanzas histórico-poéticas de cuantos cantaores importantes aparecen en él.
La llave misteriosa permite al lector ver todo con nuevos ojos. Ojos más perspicaces, más lúcidos, más clarividentes. Ojos capaces de entrever la realidad oculta de las cosas, lo que subyace a las formas primarias de contemporaneidad. Ojos mágicos capaces de adentrarse en el mundo de la poesía.
                                                                                                                                José Luis Navarro


[1] Véase https://www.youtube.com/watch?v=CImDPXoIBFE