Concierto de cante flamenco “Puro
Pele”. Ciclo: Jueves Flamencos, de Cajasol.
Cante: El Pele. Toque: Niño Seve. Percusión: José Moreno. Palmas: Fali el
Eléctrico y Ezequiel Montoya. Sevilla, 8 de junio de 2017.
La
noche del recital de este señero cantaor, Manuel Moreno Maya “El Pele”, Compás
del Cante entre muchos grandes premios, parecía que empezaba con alguna
contrariedad. Sale El Pele algo serio, con las manos en los bolsillos,
comprueba que su micrófono no funciona (o no como quisiera) y a partir de ahí
la noche se enciende. El Pele se echa al frente, se pone el flamenco de toda su
vida y toda la tradición por montera y ya no había más estética que la que nos
deleita desde la solera, la profundidad, la interiorización, la creatividad, el
conocimiento, y todo desde un saber estar en el escenario con una cercanía al
público y una simpatía que pocas veces vemos en un teatro. Tuvo la magia de
convertir el espectáculo en reunión, casi en cuarto de cabales, en una
intimidad y confianza tal que hasta llegó a aludir a un señor que le recordaba
a Alberti, al que acababa de cantar por alegrías con la letra ya clásica en su
repertorio “Si mi voz muriera en tierra / llevadla al nivel del mar…”.
El Pele, cantaor, como todos los de su estirpe de arranque y pellizco, no siempre está con estos mimbres, pero cuando lo está hay que agradecer ser testigo privilegiado. Ya nos ocurrió hace años, en una velada inolvidable, en el Salón de Grados de la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla. Aquello fue apoteósico, nos deslumbró (y a las doscientas personas que había allí). Puro Pele puro, pues, aunque dijera que le daba igual el nombre del concierto, así como dónde pusiera el excelente acompañante a la guitarra Seve la cejilla. Aparente anarquía donde hay un trabajo de años, de siglos, de mucho trabajo desde la garganta al corazón, ese órgano desde el que decía que se entregaba. Y disfrutando como pocas veces le hemos notado a un cantaor. Plena comunión con su elenco (embobados y sonrientes los tenía de tanto cielo) y con el público que prácticamente llenaba la sala.
El
Pele tiene muchas cualidades que ayer mostró como una dádiva: una cordialidad y
simpatía entrañadas de sencillez, una entrega y recogimiento hacia dentro
asombrosos, la creatividad que hace que cantes y letras antiguas, desde la
malagueña a la soleá o las alegrías, suenen distintas en su voz, personal y
marcada por la disposición al sacrificio, a la extenuación a favor de la
permeabilidad emocional de su cante.
Primero
inició Niño Seve la noche con un toque de minera, íntimo y evocador. Una nana
personal y delicadísima nos subyugó con su letra y esos bajos que El Pele nos
regala para contrastar con la bravura que a menudo muestra cuando hace falta.
Seguiriyas sin sosiego, pellizcando, ahí se rebusca, se adentra, se adensa, y
emociona porque se emociona. Malagueña y fandango de Cayetano Muriel para
recordar aires de su tierra cordobesa. La soleá fue quizá lo mejor de la noche,
aunque es difícil elegir: desde los estilos de Alcalá, Cádiz o Triana su cante
suena, como decíamos, por pelerías, muy personal, puro Pepe puro, recortando y
pausando como le apetece en el momento único.
Unas alegrías, como dijo, a su modo, ni mejores ni peores, brillantes,
con la alusión a Alberti. Y para remate, las bulerías lentas, a golpe de
guitarra, prestada de Niño Seve, con la intensa letra del poema “Alfonsina y el
mar”, un prodigio de poema y de canción que en la voz de El Pele, guitarra en
mano como decimos, sonó como nunca, con una entonación perfecta y una cálida
asimilación emocional. Un bis por bulerías junto a Toñi Fernández dio fin a una
noche de cante grande, eterno, traspasador, refrescante en una noche de junio en
que, fuera, Sevilla ardía aún a más de treinta grados. Ya lo decía el programa:
Este programa puede sufrir alguna alteración dada la naturaleza creativa del
cantaor. Pues eso: creatividad, personalidad y dicha al comprobarla.
José Cenizo Jiménez
Fotos: Jaime Martínez. Cajasol