De sepia y oro llegaba al Teatro Central precedido por la concesión
del XV Premio del Público en su reciente estreno, el pasado 23 de febrero, en
el XXI Festival de Jerez. Y es que, aunque al final lo suela aplaudir todo, en
el fondo el público sabe lo que le gusta, es decir, el flamenco. De hecho, Andrés
Peña y Pilar Ogalla obtuvieron una valoración media de 9.57 de los espectadores
que asistieron ese día al Teatro Villamarta.
Según la pareja protagonista, el
espectáculo “busca en el baile su esencia para, desde el pasado, proyectarla al
futuro”. Lo que no queda demasiado claro es a qué pasado se refieren, porque,
desde luego, en los tiempos en los que, por citar un par de parejas míticas,
Antonio Ramírez y La Macarrona y después Rosario y Antonio hacían sus dúos, cada
baile apenas si sobrepasaba los 5 o 6 minutos. Lo que en realidad hacen hoy Peña
y Ogalla es dejarse de historias y bailar. Bailar como se ha bailado hasta
antes de ayer: con buen cante, buena guitarra, un vestuario adecuado y, como
concesión a los nuevos tiempos, muy buen sonido.
Pilar y Andrés abren con unas
cantiñas antológicas. Ella se luce con mantón y bata de cola y él con la
clásica escobilla de pies. Sigue una farruca, también a dúo, con guiños a Antonio
Gades. Luego, una ronda de seguiriyas y tonás a palo seco, rumbas y tanguillos
rematados por Pilar con una guajira y
unos tientos de Andrés que dan paso al cierre por soleá por bulerías. Todo
salpicado con poses fotográficas —repetidas en la secuencia dedicada a los
aplausos finales— que nos recordaban continuamente aquella foto memorable de Carlos Saura en Bodas de sangre.
Una muy particular mención merece
el acompañamiento que traían los jerezanos: dos buenos palmeros, Diego Montoya
y Miguel Catumba, cuatro magníficas voces, David Lagos, Melchora Ortega, David
Carpio y Anabel Ribera, y una guitarra de excepción, Rafael Rodríguez. ¡Así bailan hasta las piedras!
José Luis Navarro