Camino de su tercer
disco Las Migas hicieron escala en el Lope de Vega sevillano. Presentaron su “Viaje
al sur”, un potpourri de temas más o menos aflamencados —“flamenco fusión” se le llama
ahora—, y casi pusieron el “No hay
billetes”. ¿Quién le iba a decir a don Antonio Chacón que la palabra “flamenco”
iba a vender tanto como hoy lo hace?
Las Migas se
anuncia como “Cuarteto femenino de flamenco y músicas mediterráneas” y
confiesan que les une “una misma pasión: el flamenco”, pero en sentido estricto
los que hacen no tiene mucho de flamenco. Ellas derrochan simpatía y su música
gusta, es pegadiza, suena bien, queda bonita, pero no emociona, al menos a mí.
Hay momentos de una cierta exquisitez musical, pero no te pone los vellos de
punta. Curiosamente donde vimos alguna que otra pincelada flamenca —las manos, por ejemplo— fue cuando Alba Carmona, la
vocalista y alma del grupo, se arrancó a bailar. Un baile que fue fiel reflejo
de sus canciones: una mezcla musical con distintos ecos, desde Lole y Manuel
hasta la guajira y el tumbao. Fue un concierto que estamos seguros que mejorará
sensiblemente cuando lo graben con una buena mesa de mezclas. Anoche la
vocalización de la vocalista dejaba bastante que desear y había momentos en los
que no se oía el violín.
Las Migas,
nacido en la Escuela Superior de Música de Cataluña, es un grupo multiregional
formado por cuatro chicas de diferente procedencia geográfica: la barcelonesa Alba
Carmona (vocalista), la sevillana Marta Robles (guitarra), la ilerdense Roser
Loscos (violín) y la cordobesa Alicia Grilo (guitarra). Con ellas venían Paquito
Santiago (percusión), Oriol Riart (contrabajo) y Antonio y Manuel Saavedra “Los
Melli” (palmas). Para hacer unos tangos se asomó también al escenario la
canadiense Chloé Brûlé.
El público les
aplaudió lo suficiente para que hiciesen el bis prometido: unas sevillanas.
José Luis Navarro