Yo lo que no sé es a qué cuento venía todo ese trajín de taburetes
por el escenario: ahora me siento, ahora me levanto, ahora me llevo el taburete…
¿Qué necesidad tenía Olga Pericet, con lo bien que baila, de tanta pamplina? En
realidad “De una pieza” empezó cuando ella se plantó en escena con ese pedazo
de sombrero de verdiales que era casi más grande que ella. Entonces sí.
Entonces todos empezamos a disfrutar de su baile. Se quitó el sombrero, sonaron
los palillos y dio toda una lección de bata de cola con una y otra figura a
cual más bonita.
Foto: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol |
Foto: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol |
Luego se enfundó unos pantalones e hizo una espléndida
seguiriya a cuerpo limpio con silencios galvánicos incluidos.
Foto: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol |
Remató la faena por cantiñas, jugando y haciendo diabluras
con su mantón. Fue una delicia verla.
Foto: Remedios Malvárez. Cortesía de Cajasol |
Completaba así toda una exhibición en la que se había ido
acordando de algunos números que forman parte de su biografía bailaora: los
verdiales que hizo en Bailes alegres para
personas tristes (2010), la seguiriya que montó para Recital (2010) y las cantiñas que nacieron con Rosa Metal Ceniza (2011).
Con ella estuvo Juan Amaya El Pelón, que se dio sus
personales pataítas por tangos —quítate el delantal, Pelón— y bulerías por
soleá, Antonia Jiménez que le sacó a las seis cuerdas toda la sonoridad que
guardaban y las buenas voces de Miguel Lavi y José Ángel Carmona.
José Luis Navarro