Yo
no soy quien para decirle a un artista cuándo ha llegado el momento
de retirarse, pero sí debo decirle cómo no se debe salir a un
escenario. El flamenco es además un arte muy sui generis. Un artista
puede tener un mal día. Todos lo entendemos. Lo que no se puede
hacer es confundir un teatro con una taberna. Un cantaor, si es un
profesional, sale al escenario a cantar y no a contar su vida, “a
echar las asaduras por la boca”, como él mismo dijo. Su vida se
queda en el camerino. Y puedo decir más. A lo mejor habría que
hacer una prueba de alcoholemia a la puerta del camerino. Desde
luego, lo de anoche no es que fuese desacertado, es que fue
lamentable. Echarle ojana a Sevilla —“una
ciudad como esta, con tanto empaque y tanta sabiduría”, dijo—
y después faltarle de esa forma el respeto no es de recibo. A
Sevilla y a sus paisanos y amigos, porque la mayor parte del poco
público que asistió al Central era de la Puebla de Cazalla —habían
fletado un autobús para venir a verle—.
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José Menese y Antonio Carrión. Foto de Archivo. |
El
programa anunciaba tonás, seguiriya, tientos, caña, petenera,
bamberas, marianas, soleá y mirabrás. Después, él hizo lo que fue
pudiendo: polo, malagueña y abandolaos, cantiñas, soleá, taranto,
tientos, seguiriya y una lastimosa versión de su Romance de Juan
García.
La
lección de profesionalidad, cada uno a su manera, la dieron Antonio
Carrión y los Melli. Antonio estuvo toda la noche en maestro y, para
redondear su actuación, bordó un solo por bulerías con los Melli
que fue, por supuesto, lo mejor de todo el concierto.
José Luis Navarro