Manuel
Valencia volvió a demostrar anoche en los Jueves de Cajasol el
porqué del Giraldillo a la Revelación que le concedió la pasada
edición de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Paso a paso, a base de
seriedad, responsabilidad, humildad, un desmedido amor a la guitarra
y, por supuesto, mucho arte, se está convirtiendo en otro exponente
del mejor toque jerezano.
Su
música aúna el poderío y la justeza rítmica de la ciudad de las
bodegas —ese proverbial
soniquete—,
con una
técnica envidiable y
una exquisita sensibilidad musical. Lo puso de manifiesto desde el
comienzo mismo de su concierto, en una espléndida bulería por
soléa, acompañado, como en casi todos los números del recital, por
la percusión de Cepillo y las palmas de Carlos Grilo, Manuel Salado
y Diego Montoya. Con ella nos atrapó entre las cuerdas de su
guitarra. Después se asomó al futuro con una rondeña de su paisano
José Luis Balao. Cedió el alante a su prima Felipa del Moreno y los
dos llenaron de júbilo por alegrías la Sala Chicarreros. Luego tocó
por fandangos y minera hasta que se quedó solo, miró atrás a la
fuente de lo jondo e hizo una seguiriya clásica, rotunda. Volvió a
quedarse atrás para acompañar a David Carpio por malagueña y por
soleá. Entonces fue cuando apareció El Junco para terminar de
llenar de flamencura las tablas con un baile rebosante de elegancia, gracia y
espontaneidad. Valencia cerró el concierto, como era obligado, con
unas bulerías que siguieron en el fin de fiesta con todos sobre el
escenario.
Nuestra
enhorabuena a Cajasol por esta justa apuesta por la juventud.
José
Luis Navarro
Fotos: Remedios Malvárez