jueves, 5 de febrero de 2015

Canales, un reduccionismo empobrecedor

Desde que el baile flamenco echase a andar a mediados del XVIII no ha dejado de enriquecerse. En décadas recientes, se han puesto formas a cantes que a nadie se le había ocurrido bailar antes: tarantas, malagueñas, granaínas... Se ha creado así un patrimonio artístico que ha enamorado a espectadores de todos los rincones del universo. Todo lo contrario de lo que viene haciendo últimamente Antonio Canales. Yo creo que se le ha olvidado lo que es el baile flamenco. Para él todo se reduce a reproducir un zapateado polivalente ‒un eco de su pasada maestría‒ que lo mismo le sirve para unos tangos, una soleá o para una seguiriya. Eso sí lo adorna con aspavientos corporales y un vestuario propio de payaso de feria.



Anoche presentó en la Fundación Cajasol un ¿espectáculo? que, en un derroche de imaginación literaria, tituló “Soleado”, por mor de “esa Andalucía siempre soleada”, según rezaba en el programa. Eso sí, acorde con esa premisa climática, vistió de blanco a todos sus músicos (Galli y Moi de Morón al cante, José Carrasco a la percusión y Juan Campallo ‒lo mejor de la noche‒ a la guitarra), aunque él se presentó con corbata, chaleco y una especie de batín rojo, hecho un auténtico mamarracho.

Le acompañaron en el baile Adela Campallo y Óscar de los Reyes. Óscar hizo una alegrías luciendo precisión y limpieza en los pies, muy en línea con las maneras que propone Canales. Lo malo es que, en esa misma línea reduccionista, se olvidó de esa exquisita página musical que son las escobillas propias de ese estilo. Por su parte, Adela se ajustó a los cánones de la seguiriya y procuró adornarla con algunos detalles expresivos.

El público, como hace siempre, le premió con aplausos e incluso me pareció oír un “bravo”.

                                                                                                     José Luis Navarro